var isMobileBrowser=false;
Desde primeros de Marzo del pasado año 2.004 esta cofradía cuenta con una nueva imagen y un novedoso trono. Hemos de indicar que la misma se trata de una donación que de una manera anónima ha efectuado una hermana en activo de la cofradía. Obviamente vamos a respetar su deseo que no es óbice para agradecerle vivamente su gesto.
Nuestra Señora de la Esperanza, como así la hemos denominado, es una talla que ha salido de los talleres del afamado imaginero sevillano D. Miguel Bejarano Moreno, quien cuenta en la actualidad con obras escultóricas suyas tanto en León capital como en la provincia y que fue elegido tras una selección previa que contaba con otros cinco o seis posibles candidatos. La Virgen de la Esperanza cuenta con una altura aproximada de 1,80 m. estando inspirada en una dolorosa que pueda ser vestida. La talla está hecha en madera de cedro real, utilizando el artista técnicas tradicionales para darle la forma oportuna. Su policromía se basa en el empleo de óleo, utilizando la técnica del pulimento brillante.
Su boca se encuentra entreabierta, siendo objeto de talla tanto en sus dientes superiores como en su lengua incorporándola, en aras de una mayor expresividad, unos ojos de cristal. Su pelo está asimismo tallado insinuando una sobria melena sobre sus hombros.
Decir por último, que la inspiración de D. Miguel Bejarano a la hora de la realización de la obra se ha basado en las pautas que desde un primer momento se le marcaron, procurándose que la talla de la Virgen expresara un rostro sereno y tranquilo previo a la Resurrección de su Hijo, evitando lógicamente, cargar tintes dramáticos que estarían más en la onda de una Dolorosa y buscando un cierto paralelismo entre esta Virgen de la Esperanza y la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Esperanza cuyo semblante apunta al momento inminente de su Resurrección.
La Virgen de la Esperanza cubre su cuerpo con un vestido de terciopelo, bordado en oro y con su correspondiente manto, propiedad de la cofradía
Se asienta sobre una parrilla de aluminio y un sencillo trono, que, en un breve plazo de tiempo, será sustituido por otro más acorde con la devoción y la sencilla belleza que esta imagen comporta. Este paso pesa aproximadamente 600 K. y es portado por unos 65 braceros. Esta talla data de finales del siglo XVI y principios del XVII. La talla titular fue repintada en 1.830 por D. Bernardo Fernández Neira quien destruyó por completo la patina de policromía que la recubría y, por tanto, todos los vestigios sobre su primitivo origen.
De autor anónimo, hay que precisar que en el siglo XIX se le incrustaron las lágrimas que luce actualmente. Después de tres meses intensos de trabajo, la restauración llevada a cabo por la licenciada en Bellas Artes y leonesa por más señas, Srta. Beatriz Real y el trabajo realizado también por el escultor leonés D. Juan Viloria, quién se encargó de su consolidación, la Virgen de la Piedad y del Milagro, viste hoy sus mejores galas y se encuentra al culto en la Basílica de San Isidoro entre el Altar Mayor y la Entrada a la Capilla del Santo Martino.
En el año 2007 se estrenó un nuevo trono realizado por el maestro orfebre Orovio de la Torre. Los materiales empleados son el acetato de carey y la alpaca repujada, siendo el resultado de gran vistosidad y causando una a grata impresión a todos los hermanos de la cofradía. Ha tenido una muy acogida, sobre todo por las braceras del paso.
Solamente abandona este lugar de privilegio una vez al año, es decir, el Sábado de Dolores en el que, como cotitular de nuestra asociación de fieles, la vemos con legítimo orgullo procesionar por las calles leonesas. Contando siempre con el permiso, que nunca nos ha faltado de nuestro querido cabildo isidoriano que es la institución propietaria a todos los efectos de la misma.
Politicos en la ofrenda de las cabezadas dentro del Patio de San Isidoro.
Corría el año 1.158, y por aquel entonces reinaba en León Fernando II. El año había sido seco en extremo, con el daño que ello le suponía a las cosechas, los agricultores y en general a toda la ciudad de León.
Todas las plegarias llevadas a cabo hasta el momento parecían que no habían surtido el más mínimo efecto, y la sequía continuaba preocupando al pueblo. Es por ello, que se toma la determinación de sacar las reliquias de San Isidoro en procesión y llevarlas de romería hasta el Monte de San Isidro.
Camino del monte, se sucedían los rezos y las peticiones para que el Señor hiciera llegar la lluvia a los campos y tierras de León. Y entonces sucedió el milagro: una vez las reliquias hubieron llegado al Monte de San Isidro, el agua bendijo León y llovió.
Pero aún quedaba una sorpresa. Cuando se disponían a devolver las reliquias a la Basílica de San Isidoro, no era posible. Parecía que se habían anclado en el monte. Ni los hombres más fuertes podían con ellas. El Rey Fernando II, que estaba en Benavente, y su tía Doña Sancha, una gran devota de San Isidoro, también regresó a León, pues también estaba de viaje. No daban con la solución, hasta que pensaron en la inocencia de los niños y estos fueron los únicos capaces de portar las reliquias de nuevo hasta la Basílica de San Isidoro.
Esto se interpretó como una "señal divina" , de que Dios ni el cielo querían que se sacasen estas reliquias de nuevo del templo. El juramento del Rey fue "Voto y promesa de la ciudad de no volver a sacar las reliquias del santo, de su templo de San Isidoro ... Y también en forma de ciudad, el voto o censo, de hacer cada año una ofrenda al santo".
De aquí viene el origen de la ceremonia del foro y oferta, más conocido como las Cabezadas. Esta ceremonia tiene un ritual muy marcado y bastante entretenido de ver (se celebra el segundo domingo después de Pascua, por el mes de Abril).
La Corporación Municipal, vestidos elegantemente y con sus varas de autoridad, se dirigen hacia San Isidoro portando tres hachones de cera, uno de ellos de gran tamaño.
Saludan en la Plaza de San Isidoro y se meten al claustro de la Colegiata de San Isidoro. Alli les recibe el Cabildo de San Isidoro y todos sus componentes y comienzan las Cabezadas.
Esta iglesia se levanta en un lugar donde se alzaban otras anteriores iglesias. La última de ellas fue edificada por Fernando I para albergar las reliquias de San Isidoro de Sevilla
Esta antigua iglesia no era de grandes proporciones y en absoluto era románico sino plenamente prerrománico - asturiano.Posteriormente se mandó edificar el famoso y soberbio Panteón de los Reyes, monumento sepulcral que actualmente es lo más antiguo que se conserva.
En sus bóvedas se pintó en el siglo XII un repertorio de primer orden en el románico europeo por lo que se la denomina la "Capilla Sixtina" del románico.Poco después se mando reconstruir la iglesia ya al estilo románico pleno que imperaba en aquella época y traído por los aires internacionales del Camino de Santiago.
Esta basílica se construyó con un plan de tres naves, crucero saliente y cabecera de tres ábsides. El central lamentablemente se perdió a finales de la Edad Media para sustituirlo por otro de tardogótico.
En el costado meridional se abren las dos monumentales puertas. La del Perdón se abre en el muro del hastial del crucero y se decora con un tímpano bellamente esculpido con las escenas del Descendimiento, el Sepulcro vacío y la Ascensión. Las mochetas que lo sostienen son magníficas con dos expresivas cabezas de animales.Por encima aparecen las figuras hieráticas y solemnes de San Pedro y San Pablo y más arriba una arquería sobre el tejaroz.
La Puerta del Cordero es más bella aún, con la escena del Sacrificio de Isaac. Le acompaña las esculturas de San Isidoro y San Vicente y un hermoso zodiaco.Una robusta torre románica con amplios ventanales superiores se adosa a los pies del templo, aunque pasa algo desapercibida a pesar de su altura por la magnificencia del templo románico y la cercanía de las murallas romanas.
El interior respira un difícilmente descriptible ambiente medieval. La penumbra, la solidez de los pilares, la imaginación de las tallas transportan al visitante a un mundo olvidado.