La noche era triste, estaba muerta, hasta los grillos cesaban su canto a mi paso como si sintieran la profunda amargura de mi alma, como si quisieran respetar mi silencio. Hacía frío y este se apoderó de mi como una contagiosa enfermedad que invadía cada casa a mi alrededor, el silencio resultaba incomodo y presionaba en los oídos hasta volverse insoportable, incluso las copas de los árboles se burlaban de mi meciéndose al viento en el mas absoluto silencio, intente gritar, pero el grito murió en mi garganta antes de poder salir, note el frío suelo en mis manos y en mi cara, un faro roto me cegaba mientras mi vista se nublaba mas y mas a cada segundo. Sin previo aviso alguien subió el volumen en mis oídos y frente a mi escuche un llanto histérico gritando palabras incomprensibles, y de fondo el viejo motor de un coche, ya no sentía frío, ni calor, ya no sentía nada, gire mi cabeza hacia el cielo y pude vislumbrar una cara de rasgos que me resultaban familiares, que me recordaban a ti y de fondo la luna creciente me sonreía, una oleada de calor invadió cada centímetro de mi cuerpo, notaba la ardiente sangre brotar a borbotones de mi boca, las fuerzas me abandonaban, y antes de que la vida abandonara mi maltrecho cuerpo para no volver, solo me arrepentí de haberte gritado antes de irme, de no haberte pedido perdón, de no estar en este triste momento acostado en la cama contigo entregado a la mas ardiente pasión, de no haber sido nunca ese hombre que siempre te mereciste, de que mis últimas palabras fueran un seco -hasta luego- en lugar de un -dulce te quiero-. Mi vida se apaga, mis ojos se cierran, no hay luz al final del túnel, no hay voces celestiales que canten, solo existe la oscuridad y el silencio. Por que ahora estoy sin ti.
