var isMobileBrowser=false;
Cuando llegué a casa de mi dueña, me pasé un mes escondido debajo de la cama. Sólo salía para comer cuando ella se ausentaba o cuando dormía.
Más tarde, la curiosidad acabo ganándome y empecé a salir poquito a poco y a asomar mis orejitas por encima de la cama. Y podía pasar horas y horas observando a mi humana, como en esta foto. ¿Podría fiarme de ella?
La respuesta, ya la conocéis.