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Leo que Gato Barbieri ha muerto arruinado y solo. Y me conmueve. También me entero de su convicción de que los músicos de jazz no le consideraban uno de los suyos y que los músicos latinos tampoco le consideraban de su gremio. Ojalá que su orgullo o la creencia en su arte le evitaran sentirse demasiado solo. Y qué bien le sentaba la ropa, los sombreros, a ese señor que parecía más chulo que un ocho. Y que alguna vez creó sensaciones memorables con su saxo, tocando como los dioses.
Recuerdo discos irregulares con momentos sublimes, como la volcánica entrada de su saxo después de ir presentando todos los instrumentos de la banda que le acompaña en el disco The Third World, Chapter One: Latin America. ¿O era en el tema final, grabado en directo en Brasil, de Chapter Two: Hasta siempre”. Da igual. Solo sé que desde el maravilloso John Coltrane, ningún saxo me había llegado tan dentro como el de Gato Barbieri.