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Mucho se discutió el anonimato de este libro. Lo que yo discutía en mi interior mientras tanto, era si debía o no
sacarlo de su origen íntimo: revelar su progenitura era desnudar la intimidad de su nacimiento. Y no me parecía
que tal acción fuera leal a los arrebatos de amor y furia, al clima desconsolado y ardiente del destierro
que le dio nacimiento.
Por otra parte pienso que todos los libros debieran ser anónimos. Pero entre quitar a todos los míos mi nombre
o entregarlo al más misterioso, cedí, por fin, aunque sin muchas ganas.
¿Que por qué guardó su misterio por tanto tiempo? Por nada y por todo, por lo de aquí y lo de más allá,
por alegrías impropias, por sufrimientos ajenos. Cuando Paolo Ricci, compañero luminoso, lo imprimió
por primera vez en Nápoles en 1952 pensamos que aquellos escasos ejemplares que él cuidó y preparó
con excelencia, desaparecerían sin dejar huellas en las arenas del sur.
No ha sido así. Y la vida que reclamó su estallido secreto hoy me lo impone como presencia del inconmovible amor.
Entrego, pues, este libro sin explicarlo más, como si fuera mío y no lo fuera: basta con que pudiera andar solo
por el mundo y crecer por su cuenta. Ahora que lo reconozco espero que su sangre furiosa me reconocerá también.
Pablo Neruda
Isla Negra, Noviembre de 1963