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Los papás, en vacaciones, se convierten en odiosos paparazis obsesionados con retratar cada segundo de la vida de sus hijos, violentando en muchos casos el derecho a la intimidad. Blanca y yo queríamos hablar de nuestras cosas y ahí estaba él, con su camarita en ristre, cegándonos con el flash, entrándonos complejo de famosillos en Ibiza, pongamos por caso, cuando sólo somos dos niños ejerciendo de niños. Definitivamente, la prensa del corazón no tiene corazón.
16/07/216