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De paseo por el Paseo, CXIX: En Navidad

El Paseo justifica su nombre en Navidad. El paseo se convierte aquí en rito, en encuentros más causales que casuales en la medida de que son causa de un efecto: todo hijo de vecino viene a esta calle y resulta inevitable darte de bruces con ese al que debes o te debe dinero, con aquel otro presentado aprisa y corriendo y ahora dudas si saludar y también está tu primo por parte de madre, el que trabaja en Madrid de no sé qué, ya le preguntaré a tu abuela que ahora no caigo. El Paseo es masa pero odian la rebelión, para decepción de Ortega y Gasset. Esta masa es tradicional, gusta de sentirse continuadora de una estirpe de paseantes sin más rumbo que disfrutar del paseo. El Paseo fue en tiempos la “Calle Mayor” de Bardem, cuando el cortejo se ajustaba a un protocolo y a un código de signos fuera del cual toda iniciativa era rechazada como manifestación de descaro. Hoy no es el caso porque la cosa (altero el orden de las vocales para evitar la redundancia) va más de cotillear ofertas en los comercios abiertos cuando no deberían, aquellos que apelan al cristianismo según convenga: si a los Reyes Magos, olvidemos la expulsión de los mercaderes del Templo. El Paseo, digo, está en hora punta por Navidad. La lechera agradece la compañía. Ya llegará el calor de julio y con él la soledad.

11/12/2016

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