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Dolores se llamaba Lola y su tocaya Lolita vendía churros a razón de tres euros la docena. Uno de sus puestos está aparcado en la avenida de Pontevedra ocultando de paso la fachada de la antigua tienda de ultramarinos Plus Ultra, después reconvertida en la cafetería Victoria. Me atiende su hija, la siempre afable Nieves Seara, tocaya de apellido (¿seremos familia sin saberlo?). Ourense es un pañuelo.
“El de puesto se llama Lolita,
En el Cándido con chocolate
Si quieres una dulce golosina
Come churros hasta hartarte”
Anónimo
29/04/2016