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De paseo por Ourense, CXXIV: Cardenal Quiroga, II

No deberían dedicarle una calle a ningún cardenal. No es de recibo. Ni a un general de brigada ni a un subsecretario de infraestructuras. El único mérito de estos es haber triunfado en sus respectivas carreras y en algún caso con métodos nada loables, salvo que ser amigo de infancia del ministro del ramo pueda invocarse como virtud. No, las calles deberían bautizarse rindiendo homenaje a  médicos y médicas, aventureros y aventureras, artistas, maestros y maestras,… incluso recordando a aquellos héroes anónimos tan valientes como modestos, vidas que dan para un libro, nombres idóneos para escribir en letras doradas dentro de una placa. “Calle de la última mujer que murió asesinada por un hombre”, “plaza de aquel que descubrió el sentido de la vida”, “avenida del número Pi”. De esta guisa, los niños y niñas más curiosos podríamos preguntar a nuestros progenitores por el significado de tal o cual nombre y eso daría pie a escuchar una breve historia sobre hazañas. ¿He dicho “guisa”?. Esa palabra bien merece ser recordada en forma de pareado a ser posible. “Travesía de la guisa”

11/03/2017

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