var isMobileBrowser=false;
Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y mostrarle publicidad relacionada con sus preferencias mediante el análisis de sus hábitos de navegación.
Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso. Puede obtener más información, o bien conocer cómo cambiar la configuración, en nuestra Política de cookies
Tal día como hoy hace ocho años mi tía Ana aún confiaba en poder dormir la siesta en mi agradable compañía ignorando (la pobre) la primera de las leyes de todo sobrino que se precie: “No he venido aquí para oírte roncar” y la segunda (y no por ello menos importante): “Dormir es lo más aburrido del mundo”. “Pagarás con ojeras tu osadía”, hubiera dicho si por aquel entonces pudiera hablar.
2016/07/13