miarroba
El orden natural

La rutina era una exigencia para el muy honorable Víctor Seara, señor Predecible según le apodaba la prensa local. Todo debía suceder cuando tocaba porque los imprevistos alteran la tensión y por lo tanto dañan la salud. Nada más lejos de nuestra intención. La mañana del domingo, por ejemplo, era el momento elegido para “estirar un poco las piernas a mi viejo Lincoln”, como gustaba decir a quien estuviera dispuesto a escucharle. Encendía con parsimonia aquel motor de cuatro tiempos, degustando el traqueteo mezclado con el olor a gasolina mal quemada, arrancaba y siempre realizaba el mismo trayecto, un recorrido con apenas cambios de rasante, plano, circular, regresando al punto de salida, dejando el coche en medio de la calle del Paseo con la secreta intención de intercambiar saludos y adulaciones. “¡Qué bien se le ve, Don Víctor!”. “¡Usted que tiene buenos ojos, doña Virtudes, la espero el lunes en el comercio, vaya género nos ha llegado!”. Y en este plan. Al llegar a casa su padre ya le tenía el desayuno preparado, siempre zumo de naranja acompañado de una receta secreta a base de leche, cereales, galletas, pan de molde, chocolate y achicoria; su madre dormía y él terminaba la caligrafía como requisito previo para poder jugar al Minecraft con su amigo Miguel.

11/06/2016

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