miarroba
Paradoja, II: La historia del lobo y el niño

El lobo frenó en seco su carrera y gritó:

 

  • ¡Oh, un niño, voy a comerte!

    Tenía por fea costumbre decir lo que pensaba sin prever las consecuencias, alimentando así la animadversión entre la manada hasta llegar al extremo de ser expulsado por sus congéneres. Desde entonces vagaba por los bosques, arrastrando su condición de proscrito entre el forzado ayuno y un más que incierto futuro. Lo del niño fue otra cosa: buscando los mejores ejemplares de amanitas y boletus fue guiando sus pasos con la vista clavada en el suelo musgoso, lleno de hojas caídas, piñas y ramas, sin advertir que se alejaba cada vez más del grueso de sus amigos y amigas, todos ellos miembros de un club de micología disfrutando de su afición en un domingo de otoño recién llegado. El niño se quedó de piedra, asustado dejó caer la cesta derramando las setas. Superado el instante inicial, su mente caviló posibles defensas, estratagemas, comparó sus fuerzas con las del rival y tras intrincadas deliberaciones optó por la mayor de las estupideces: solicitar clemencia planteando un reto intelectual

  • Bien, pero antes has de concederme “la oportunidad del bosque”, alegó en su defensa

  • ¡¿De qué narices me hablas?!, ¡delicioso y tierno niño!, soltó el lobo enfadado y salivando entre sus cada vez más visibles colmillos

  • ¡Es increíble que alguien como tú, quizás el ser más inteligente y culto de este hábitat, no haya oído hablar de “la oportunidad del bosque”!

    La adulación envilece aún más a los necios, obligándoles a pavonear su altanería:

  • Si, claro, “la oportunidad del bosque”. Es que tengo tantas cosas en la cabeza,… Esssss…

    Alargando la “s” a la espera de una respuesta, el niño salió al quite:

  • …la posibilidad que se le ofrece a la presa, en este caso yo, de plantear un acertijo. Si consigues hallar la respuesta, yo mismo me cocinaré para ti, aderezándome y con una buena guarnición de patatas. En caso contrario, quedaré libre

    El niño se arrepintió de no haber pensado en otra solución con mayores posibilidades de éxito. Era prácticamente imposible que nadie se tragara algo tan absurdo. Todas sus esperanzas estaban en manos de la estulticia de aquel animal, saco de costillas y piojos. Se preparó para el inminente ataque cuando de repente el lobo, hastiado e impaciente, soltó:

  • ¡Venga va, suelta ese acertijo, no tengo todo el día!

  • Este es: Si digo una mentira, me comes; si digo una frase cierta, me dejas libre. ¿Aceptas?.

  • ¡Por supuesto!, ¡cualquiera puede diferenciar una verdad de una mentira!. ¡Suelta la frase y acabemos ya con tanta cháchara, el ruido de mis tripas no me deja oír ni mis propios pensamientos!

  • Aquí va, dijo el niño, la frase es: “ESTOY DICIENDO UNA MENTIRA”

    Si la frase es cierta, luego “estoy diciendo una mentira”, y la mentira de la mentira es la verdad, pero si dice una mentira convierte la “mentira” de la frase en verdad.

    Y así fue, queridos amigos y amigas, como el niño pudo escapar de ser devorado por el lobo, mientras el escuálido animal quedaba alelado, metido en un bucle de razonamientos buscando la solución a la paradoja irresoluble.

18/12/2015

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A violemivi le gusta esto ï¿½ El 15/02/2016 a las 11:17

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