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Truco o trato

El Barón Von Searen era un anfitrión terrorífico, cruel hasta el paroxismo. Cuentan las malas lenguas como en más de una ocasión estuvo tentado de convertir a los invitados en el plato principal de la cena tras una acalorada discusión. Muchos rehuían sus invitaciones alegando las más peregrinas excusas. Se habla de quien aceleró la defunción de su santo padre enfermo de mil males para hacer coincidir el entierro con la visita al castillo y así tener una excusa, tal era el pavor a pisar aquellas dependencias. El Barón Von Searen no tenía amistades. Paraba a sus criados vestidos de paisano:

-       ¿Adónde va, Braulio?

-       Es mi día libre, el único día de descanso que tenemos en el mes, como bien recordará el Barón

-       Vale, ¿le importaría ejercer de “amigo” durante unas horas?. Necesito comentarle las últimas noticias llegadas del Parlamento.

-       ¡Cómo no, señor, será un placer!, respondía Braulio asumiendo la derrota

El Barón Von Searen, como puedes sospechar, tenía muy mala uva. En su alma, porque sus vides daban el mejor vino de la comarca. Tal día como hoy de hace exactamente… ¡buf!, muchos años, mandó llamar a un fotógrafo para inmortalizarse no se sabe bien para quien pues no tenía descendencia. Sea como fuere, el fotógrafo, sudoroso y atemorizado, atendía las imposibles exigencias del Barón: “¡qué la luz que irradien mis ojos sea suficiente para iluminar la estancia donde se exhiba el retrato!”,… y en aquellos tiempos no había photoshop, para posteriormente añadir “¡O será usted el protagonista absoluto en la cena de hoy!”. El fotógrafo se veía ya abierto en canal con una manzana en la boca cuando sonó el aldabón golpeando contra la vieja puerta de madera. Estaban solos, el Barón hizo oídos sordos. Volvió a sonar, esta vez con insistencia. El Barón, aún más enfurecido, dirigió sus pasos con firmeza hacia la entrada. Abrió la puerta y allí estaban unos impacientes niños, agolpándose:

-       ¡Señor, hemos oído su voz atravesar las gruesas paredes del castillo!. ¡¿Dónde está el TRUCO, señor?, díganoslo, venga, va, por favor!

El Barón tuvo una idea, entonces sí su rostro se iluminó y una pequeñita luz parecía atisbarse en el profundo fondo de la cuenca de sus ojos:

-       ¡Por supuesto, pequeñines, por supuesto!. Os propongo un TRATO: yo os cuento el secreto y a cambio vosotros me acompañáis en la cena de hoy, dijo de manera sibilina centrando su mirada en el más regordete de ellos

“Señor, yo ya he acabado”. El fotógrafo aprovechó la circunstancia para recoger sus bártulos y la puerta abierta para poner pies en polvorosa. “Le haré llegar el encargo en una semana”, gritó alejándose del castillo mientras en sus adentros recordaba cuanto echaba de menos a su primo emigrante en país extranjero. “Le visitaré”, pensó, “para nunca más volver”.

Al Barón poco le importaba ya la huída de aquel aprendiz de artista. Había conseguido un buen trato gracias a su truco de vampiro.

20/10/2016

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