miarroba
Victoria y honor

El bullicio en el aula era el propio de los lunes, miles de cosas que contar tras el reencuentro después de un fin de semana, sinónimo de eternidad según los parámetros que definen el paso del tiempo entre niños de ocho años para quienes el recreo es toda una vida. El rostro de la profesora, serio y trascendente, cortó en seco la algarabía. No eran necesarias las palabras para dar a entender lo relevante del momento. Ocupamos nuestros pupitres y sólo la tos seca de Juanito puso una mancha ruidosa en el silencio preocupado y preocupante. La profesora comenzó su discurso con voz grave, yo me sentía como un británico atemorizado por el destino en el Londres de la Segunda Guerra Mundial escuchando la radio, escuchando el “Sangre, sudor y lágrimas” de Churchill aunque el estilismo de la profe estuviera más cerca del Clint Eastwood de “Sargento de hierro”:

  • Niños y niñas, comienza hoy el tercero y último trimestre de este curso, el último de vuestra etapa como alumnos de la Primaria entendida como una extensión benevolente de Infantil. Tras el verano regresaréis a estas aulas y comprobaréis, primero asustados, después decepcionados y por último preocupados, como la vida puede convertirse en algo turbio y, lo que es peor, en un asunto cruel. Voy a daros la última de mis concesiones, un favor que sabréis reconocer como tal desde la perspectiva que dan los años: este último trimestre os trataré ya como alumnos de Tercero. Es la hora de la verdad, es la hora de la vida real. Es el fin de vuestra inocencia

    Todos entendimos que no se dirigía a nosotros como civiles asustados, cobijados en el metro de Londres escuchando caer las bombas de la aviación alemana. Aquel era un discurso de un alto mando a sus soldados, mercenarios de la tabla de multiplicar, los ríos de España y la conjugación de verbos irregulares. La batalla había comenzado y nosotros ocuparíamos la primera línea del frente armados con nuestros lápices. “No conozco una ciudad, ningún pueblo que haya sido asediado por dieciocho años y que vive con la vitalidad y la fuerza y la esperanza y la determinación de la ciudad de Berlín Occidental”, había clamado Kennedy en el atril desde el que se dirigía al pueblo alemán. Eso fue porque no le dio tiempo a conocer a la unidad B del 2º de Primaria. Señor, si señor.

16/03/2016

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