miarroba
El fotolog de elgauchobesuqueiro
La Gorda .autorGLORIA DE BERTERO

La conocí cuando nos mudamos al barrio. Estaba apoyada en la verja de la casa vecina y era una chica más o menos de mi edad. Me gustó y traté de provocar un acercamiento. Fui hasta la verja, me tomé de ella con una mano y hamaqué mi cuerpo de derecha a izquierda. Ni así pude conseguir su atención, entonces me solté y me caí. Ella siguió quieta. Yo no pude con mi manera de ser extrovertida y acabé preguntándole el nombre.
-Soy la Gorda -dijo en voz baja y con lentitud, como reintegrándose al presente.
-Y yo me llamo Laura.
No me contestó. Por el contrario, se fue retrocediendo hacia el interior de la casa. En ese momento mamá me llamó para secundar al resto de la familia en la tarea de la mudanza. En mi cabeza giraba ininterrumpidamente la imagen de la Gorda.
Y así un día y otro me acerqué a su casa, tratando de hacer amistad con ella. No fue fácil. Para conseguirlo, la dejé ganar en los juegos, ya que por ser algo torpe en sus movimientos, pocas veces lo lograba. Me pareció que así conseguía que estuviese más contenta con mi compañía, y yo era feliz.
Estaba orgullosa por ser su amiga: mi amiga nueva en el barrio nuevo, pensaba.
Los vecinos la saludaban: -Chau Gorda- o le decían: -Qué lindo vestido, Gorda.
-Gorda, ¿no jugás hoy?
Y desde la casa: -Gorda, a comer. -Gorda es hora que entrés.
Ella miraba pasar a unos, obedecía a otros.
Un día, sentadas las dos en el umbral, le pregunté la edad:
-Cumplí siete -dijo, y agregó:
-Mamá ya se había ido y mi hermana y papá, no me hicieron la torta ni la fiesta.
-Qué lástima -le dije-, si querés, cuando sea el mío, vamos a apagar juntas las velitas.
Después le pregunté: -¿Tu mamá no va a volver?
-No sé... Siempre me paro aquí en la verja, por si la veo venir.
-Seguro que un día va a volver y te va a hacer la torta -le dije.
Y ella:
-No sé. Se hace de día y de noche y nunca vuelve.
-Pero ahora estamos juntas para esperarla.
-Pero no viene -me contestó, y volvimos a la rayuela, tratando de llegar al cielito.
Al poco tiempo, comenzaron las clases.
Papá comentó en la mesa, un mediodía, que el señor de al lado le había dicho que la Gorda, tenía problemas en el aprendizaje y que, por ese motivo, debía ir a un colegio especializado.
No me gustó lo de especializado.
La cosa es que nos desencontramos con la Gorda y comencé a extrañarla. Por eso, cuando llegó el domingo, corrí a la verja. Ahí estaba. Ni bien me vió, me dijo:
-Cuando yo no esté, sentate aquí a esperarla. La vas a conocer, porque se parece a la Virgen.
Después, clavó los ojos lejos y se quedó muy quieta. No hubo rayuela, ni saltos, ni nada. La invité con los caramelos que prefería y le escuché decir:
-Ella siempre me los compraba y... no me decía “la Gorda”.
-¿Cómo te decía?
-Me decía... ¿sabés que no me acuerdo?...bueno... a vos no te puedo mentir: era un secreto entre las dos... pero parece que no me acuerdo más en serio... no me acuerdo...
Y se puso a llorar. Me hubiese gustado preguntarle muchas cosas, pero la palabra secreto detuvo mis preguntas.
Pasó el tiempo. Nuestra casa se pobló de plantas y de recuerdos que crecieron igual que las plantas.
Tuve otras amigas, pero siempre fue ella mi preferida. Sus silencios y algunas rarezas que le notaba a veces, eran para mí como misterios que me hacían intuir cosas. Después, cuando las comprendí, una pena lacerante, hurtó mi paz de adolescente. Para ese entonces, ya se conocían bastante las dos familias.
Un día escuché cuando papá le decía a mamá:
-Parece mentira que haya mujeres así. Abandonar a la familia ¡es increíble!, y dicen que con el otro se fue al exterior, no sé, lejos.
Lloré.
Lloré por la Gorda a la que la madre había abandonado y lloré porque descubrí que había madres que abandonan a sus hijos y lloré porque comprendí que la Gorda, seguiría esperando inútilmente a esa mamá “linda como la Virgen”. Lloré, sin saberlo, mi primera gran desilusión. Desde eses día, la quise más a la Gorda y mi pensamiento insistía en aquel nombre, con el que ya nadie volvería a llamarla.
Después, la hermana me contó que por medio del Instituto había sido llevada a distintos médicos, y que éstos resolvieron internarla por un tiempo.
Lo vi ir jueves y domingos a visitarla. Le llevaban cosas, a las que yo agregaba aquellos caramelos y algunas revistas.
Con el tiempo, los paquetes se fueron achicando.
En cierta oportunidad, el papá me dijo que ya no me molestara.
Que la Gorda no quería ver a nadie.
Que en el Instituto estaba bien.
Que aquí todos trabajaban.
Que a ella habría que cuidarla en forma permanente.
Que los médicos prometen que con el tiempo...
Pero pasó el tiempo y no hubo regreso de la Gorda. La familia comenzó a ir sólo los días domingos y a veces domingo por medio.
-Total- decía la hermana- ni nos mira, no vale la pena molestar en el Instituto.
Ni verla -pensé- y pensé en la palabra habituación y en la palabra olvido y endurecimiento, y un dolor desgarrante me enfrentó a esta nueva experiencia de la vida.
-Allá también la llaman la Gorda.
Si, claro. Solamente la Gorda.
Yo iba a cumplir quince años.
Durante los preparativos de la fiesta, recordé aquella amiga que desde os siete, no la había vuelto a tener. En el barrio casi nadie la recordaba. La hermana se casó y se fue a vivir a otra provincia. El padre también volvió a casarse. -”A la Gorda no hay tan siquiera que visitarla, ni preocuparse. Total, no entiende nada...”.
Si sigo medicina, un día voy a ir a buscarla -me dije.
Y seguí medicina.
Y corrió el tiempo.
Una noche leí en el diario:
“Incendio en el Instituto Santa María. No se deben lamentar desgracias personales”.
Me quedé tranquila. Avivé recuerdos y entre ellos, “la Gorda”.
Por suerte, no hubo desgracias personales.
-Buenos días, doctor.
-Buenos días, ¿es usted la doctora Albornoz?
-Si: Laura Albornoz.
-Bien doctora: la hice llamar porque necesito todas las fichas de la Sala 8. Aquí figuran quince enfermos y sólo tengo catorce fichas, de las cuales, algunas están algo quemadas. ¿Podrá rehacerlas?
-De acuerdo. Pero eso sí: la que falta no la voy a poder conseguir. La familia se mudó sin dejar dirección y hace muchísimo tiempo que no vienen por aquí. La enferma contesta sólo con miradas huidizas -diría yo-, y mi entecesora dejó constancia de que responde desde hace años al nombre de Gorda, “a veces pienso que me reconoce -si hasta parece que me fuera a decir algo-, acaso espera que le hable de aquella mamá linda como la Virgen que...”
-Doctora, ¿qué está diciendo?, ¿se siente mal?
-No no. Perdone. Decía..., ¿comenzamos otra ficha?
-Por supuesto.
-¿A nombre de quién?

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sacabeza ï¿½ El 13/05/2009 a las 10:36

Buenas tardes.

Foto de diosadelpoderio
diosadelpoderio ï¿½ El 13/05/2009 a las 11:01

Hola cielo,

Ando volada, (que raro), así que me llevo el texto a word para leerlo mas despacio en cualquier momento.

Gracias por el verso de Neruda en mi espacio, sinceramente el y Benedetti son mis preferidos, así que has dado en el clavo.

Besitos, cielo, que tengas un bonito dia

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Primeraluna ï¿½ El 13/05/2009 a las 11:17

Hola cielo que interesante historia
me gusto mucho aunque un final raro
un beso de Luna

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sacabeza ï¿½ El 13/05/2009 a las 11:53

Gracias por el poema de Pablo Neruda.

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meliabel09 ï¿½ El 13/05/2009 a las 15:57

Hola
Bello texto de neruda ya los extrañaba en mi espacio. Gracias.
Mas tarde paso a leer el Q nos dejas.
Besitos y Feliz dia.
Meli

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l.e.z.p ï¿½ El 13/05/2009 a las 16:44

me gusta llegar aqui por que me gusta la lectura.
buen dia y lo mejor siempre
Li...

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