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Los primeros pasos en el aprendizaje escolar se los impartió
el maestro de turno en la zona que, por aquel entonces,
tenía ubicado su domicilio. Sonriendo seguía contándome, la
cantidad de veces que le castigó, y lo hacía con la fusta
que le serbia de puntero para señalar los temas en la
pizarra, eso era la costumbre por la época, el castigo
consistía en diez palmetazos en cada palma de la mano o bien
cara a la pared con tres libros en cada mano con los brazos
en cruz, otro de los castigos menos dolorosos pero más
aburridos eran escribir en la pizarra cien veces <No volveré
a hacer, esto o aquello, según fuese el motivo del castigo>
en lo referente a los palmetazos, otro niño le indicó la
forma para que no dolieran tanto, esta formula, era abrir
dientes de ajo y friccionarlos con las manos como si te las
lavases, curiosamente no sabía la razón pero funcionaba.
A partir de ese día, siempre llevaba una cabeza de ajos en
los bolsillos del pantalón. No es que fuese travieso, más
bien que el profesor tenía muy malas pulgas y no dejaba
pasar nada por insignificante que pudiera ser. Después de
dos años peleándose con el libro, si digo El libro puesto
que solo había uno. Se contemplaba en él todos los temas de
la educación primaria. Fuera aparte la asignatura de
educación física y pintura o dibujo artístico. La religión
era obligatoria hasta el punto de darnos una especie de
cartilla en la que, el párroco de la iglesia, estampaba un
sello todos los domingos y fiestas de guardar, teniendo que
presentar los lunes el control de asistencia al profesor.
José Carlos fue un niño muy despierto como estudiante, su
coeficiente intelectual superaba al de sus compañeros de
clase hasta el punto de ayudar a Muchos alumnos a realizar
los deberes diarios. Claro está que no pedía nada por ello
pero como agradecimiento, cada beneficiario aportaba una
cantidad dineraria que le permitía disponer, los fines de
semana, de lo necesario para divertirse y comprar
chucherías. Así transcurrió los dos años de primaria a cargo
de Don Paco que así le llamaban al profesor, José Carlos lo
recuerda como muy estricto pero también muy buen maestro y
le estara siempre agradecido de haberle guiado hasta su
Incorporación al instituto con un libro de escolaridad
altamente satisfactorio.