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Había quedado. Sólo tenía un transbordo en metro pero decidió ir caminando. Cruzar el Sena. Adoraba esos puentes que lo atraviesan. Quería ver la sombra de la Torre Eiffel al caer la tarde.
Hay algo en Paris que es adictivo. La belleza está por todos los lados. Es casi obsceno. Sin darte cuenta te conviertes en un espectador y, al mismo tiempo, estás construyendo historia. Porque uno sabe que caminar por esas calles va a cambiar su vida para siempre. Aunque en ese momento no lo sepas, tu cuerpo, muy adentro, lo tiene clarísimo.
Cae la noche en Paris