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Le gustaban los días de niebla. Había aprendido que, por mucho empeño que pusiera, el dolor no se podía borrar aunque si podía mitigarlo y era, precisamente, en esos días en los que conseguia que el sufrimiento que padecía pasara casí inadvertido.
Sonreía al pensar la fuerza que ella tiene para hacer desaparecer cosas aunque en realidad sigan ahí. Con su frialdad innata envuelve en brazos húmedos, difumina por fuera y cala por dentro y hasta las torres más altas se rinden a su paso.
Que "envidia" sentia de ese poder y que ganas de empaparse de él. Siempre que podía subía hasta aquel lugar mágico para aspirar y contemplar ese mar que le anestesiaba por momentos haciendole olvidar todo lo que había bajo aquel manto de nubes.
Su vida ya continuaría al bajar...
Osona.Barcelona