Las estrellas se ven de noche...

Me encantó y lo comparto...

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A través de la historia de la humanidad siempre han existido personas con el temor, con el miedo a vivir, hay quienes lo consideran "una enfermedad", siendo diversos los síntomas y en ocasiones contradictorios dentro de ese agotamiento moral y físico.

El miedo de vivir es más que una enfermedad, es un crimen, porque se mutila la vida quitándole su verdadero sentido. Quedando solamente como una actitud pasiva, la cual nos llevará a un fracaso irreparable. Esto de ninguna manera es vivir, es huir por el miedo o el temor al esfuerzo, a todo lo que la vida tenga de interés, ya sea agradable o desagradable, negándole lo que con justicia nos pide: las penas y las alegrías, el dolor y la fatiga. Es como si quisiéramos quitarle la noche al día, olvidándonos que la oscuridad de la noche tiene sus propios atractivos.

Durante el día tenemos la dicha de que el sol nos llena con su luz, pero es precisamente la oscuridad de la noche la que nos permite conocer y admirar esos millones de estrellas que no sabríamos siquiera que existen, si ella no hiciera acto de presencia. Así pasa en nuestra vida: ¿No es en nuestros momentos de desgracia cuando nos son dados a conocer los tesoros que encierra el corazón humano, el significado de la amistad y de las buenas relaciones entre los hombres? ¿No surgen como estrellas luminosas, bellezas y atractivos que posiblemente nunca hubiéramos podido conocer en el transcurso de una vida feliz y tranquila?

Todos sabemos que la vida es una lucha constante y es en ella misma donde se aprecia la capacidad del hombre, no en el resultado final. Muchas veces podemos tener aparentes derrotas, que sólo deben intensificar nuestro deseo de luchar y aún cuando circunstancias externas nos lleven al fracaso, siempre nos quedará la satisfacción inmensa de haber hecho todo lo posible por no habernos dejado vencer, porque una derrota por falta de esfuerzo simple y sencillamente es una cobardía.

Nuestra meta es vencer a ese enemigo implacable que es el miedo a vivir, pensando que la vida siempre toma lo que le corresponde. ¿Cuántos hay que desfallecen a un paso de la meta? ¿Cuántos que no saben soportar la desgracia, aún siendo la ajena o con mayor facilidad la propia?

Aceptemos la responsabilidad de nuestros actos tomando como consecuencia natural el éxito o el fracaso, las dichas o los pesares, y al final de nuestro camino sin lugar a dudas, no tendremos las manos vacías, ni el alma muerta y podremos decir con orgullo: ¡he vivido!

José Luis Navarrete Gtez