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Soy el nuevo amante
que estrenas,
el de músculos mentirosos,
soy el de bíceps, duros,
en donde han posado
sedientas de amor.
Soy el que te crucifica
con mis ojos, con mi lengua,
el que se pierde
en tu mirada lela,
el que infatigable
recorre tu cuerpo,
el que vibra con devoción
en tu silencioso mundo.
Y yo te quité tu vestido de deseos,
hice un pacto con el cielo infinito
bajo el suelo de hojas azules mientras
te preguntabas cómo se llamaba.
Yo acariciaba tu nombre y tú me disparabas
piedras al corazón pisando charcos.
Y nos bebimos la noche,
aquella botella duró
tanto como nuestros deseos
que nacieron muertos.
Y yo te quité tu vestido de secretos,
hice un pacto infinito con el suelo
bajo un cielo de hojas azules mientras
te preguntabas cómo me llamaba.
Yo acariciaba tu nombre y tú me disparabas
piedras al corazón pisando charcos.
Nuestros secretos
que nacieron muertos
o murieron recién nacidos,
como quieras decirlo,
como quieras decirlo,
nuestros deseos
que nacieron muertos.
Hoy he vuelto, mujer, a recordar
Cuantas cosas dije ante tu altar
Y al rezarte puedo comprender
Que una mujer no se cansa de esperar
Que una mujer no se cansa de esperar.
Al regreso me encendías una luz
Sonriendo desde lejos me esperabas
En la mesa la comida aún caliente y el mantel
y tu abrazo en mi alegría de volver
Y tu abrazo en mi alegría de volver.
Hoy he vuelto, mujer, a recordar
Cuantas cosas dije ante tu altar
Y al rezarte puedo comprender
Que una mujer no se cansa de esperar
Que una mujer no se cansa de esperar