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Bajo tu palio de estrellas
y bambalinas que danzan,
vienes derramando gracia
a la misma vez que andas.
Que bien te quedan de cera
las rosas que te tallaron
angelitos escultores
con las alas sus manos.
Y que buen buril sirviera
en aquel buen artesano
que rezara en la madera
y a solas con su pecado.
¿Y el orfebre que soñara,
los varales que rodean
la caricia de tu cara?
¡El rezo a la plata vieja
a la vez que deliraba!.
O el costalero sufrido
a solas con su morada
sin poder mirar tu rostro
y aliviarse con tu cara.
Ricardo Martell