Hay historias que parecen condenadas antes de haber empezado. si el resumen de una es:

Tú querías la tierra,
Yo anhelaba los cielos…
No nos dábamos cuenta
De que unirse ni quieren ni podemos.

La cosa parece clara. Pero de eso uno no se da cuenta hasta después, hasta que se ha vivido; y aún así hay veces que es necesario volver a pasar por lo mismo para que queden unas gotas de entendimiento en nuestra conciencia y se pueda evitar pasar de nuevo por lo mismo...

Esta corta historia, que comenzó con el poema que puse días atrás,. LA ESPERA, discurrió, casi siempre de noche, alrededor de una piscina y entre jardines. Cuando lo escribí, lo hice como una serie de 21 poemas, algunos de ellos, la mayoría, cortos, y otros más largos, como el que lo comenzaba y el 18, que cuenta cómo acabó:

Salimos de la piscina.
Tú, grácilmente,
Por la escalera
Y yo a pulso.
Cogimos las toallas
Y nos dijimos adiós
Sin mirarnos.
La piscina,
Como un corazón doliente,
Se quedó
A solas,
Viendo cómo nos íbamos
Cada uno por su lado,
Sabiendo que tus risas
No multiplicarían sus reflejos
Más noches.
Te fuiste
Y yo volví la cabeza
Para ver cómo te alejabas,
Secando tus cabellos.
Por un instante,
Todas las gotas
Que de ellos
Se desprendían
Irisaron el aire
Y pude contemplar
Todos los recuerdos
Que ibas desechando
Como hojas secas.
Cerraste la cancela
Con un ruido,
No sé,
Distinto,
Quizás el de cómo rompías
Un trozo de mi vida,
Quizás de cómo las luces
De las estrellas
Se iban astillando,
No sé;
Pero desde entonces
Mi trémula vida
Reluce sin fuerzas.

Ver cómo cae la lluvia, cambiando de sentido cada vez que una ráfaga de viento la empuja o la suelta, puede ser un espectáculo relajante si estás asomado a tu ventana, disfrutando de la calidez de tu hogar. Pero si estás buscando parapeto debajo de algún balcón, no tanto.

¿No os habéis preguntado nunca por qué esos cambios de dirección, por qué las gotas que antes caían tan rectas, luego se inclinan y doblan tanto, simplemente por un simple viento?

Yo me lo he preguntado alguna vez, pero la respuesta a la que llegaba nunca era la misma: en gran medida, dependía de con quién estaba...



La lluvia zigzaguea
Entre el cielo y la tierra,
Acariciando no sé qué ideas….
Cuando se desplegaron unas alas
Que me recordaron tus claros ojos:
Tus cejas, la forma de su contorno,
Tus pestañas, el cómo aleteaban,
Su color, su mirar de madreselva.

La lluvia caía mansa
Desde el cielo a la tierra:
Atraída por lo que tú pensabas,
Se magnetizaba con tus ideas.


No se si tendría razón o no. Pero en aquellos momentos, habría jurado que era así.

Mañana, sábado, mi nieto cumplirá los 2 meses.

Cuando su madre se fue de casa, camino de Edimburgo, done pensaba pasarse un año como "au pair" (¡cuánto hace ya de eso!), y la dejé en la Estación de ferrocarriles de Santa Justa, me quedé escribiendo un poema pequeño, EL VALS DEL ADIÓS:


Zarpa el tren.

La vía se estremece
y el aire se humedece.


Se me queda la mano,
dedos revoloteando
nubes de blanca sal,
en la clave del dial.

Guardan mis raíles del corazón
el longevo vals triste del adiós.


Desde entonces, muchas cosas han pasado: a pesar de lo buena que era la casa en la que estaba, la dejó en 3 meses y se puso a trabajar, llevando a la vez varios trabajos: independencia total.

Y después, cuando ya hablaba perfectamente el inglés, se fue a Francia, donde pasó otros años. Y de allá se trajo a quien hoy es su esposo, Sébastien, con quien se han establecido en Sevilla, muy cerquita, y han tenido a Gaël.

Hoy se han ido para Francia, a visitar a la familia de Sébastien.

¡Qué tengáis un feliz viaje!

Cuentan que un caballero de gran reputación social tenía un criado que recibía su instrucciones con mal humor y que las desobedecía, que no trataba bien a las visitas, que no servía adecuadamente las comidas,que mantenía la casa en pleno desorden y que no cesaba de romper la vajilla y, en suma, era todo lo contrario de lo que cabía esperar del señor al que, en teoría, servía.

Los amigos del señor, no pudiendo soportar ya por más tiempo tantos desprecios, se reunieron y fueron a aconsejarle que se deshiciera del criado, porque éste no se merecía tanto miramiento.

-¿Por qué razón habría de despedirlo -les contestó-, si cada día que pasa me hace mejor persona?

-¡¿Cómo puede ser semejante cosa, si es, por no decir otras cosas, un holgazán!

-Porque me hace cada día más paciente y esa, amigos míos, es una virtud que me ayuda como ninguna otra a sobrellevar las dificultades de la vida.

Bueno, seguramente no debamos vernos expuesto a semejante plaga para hacernos algo más pacientes. Porque la vida, cuando llega el momento de descubrir las pequeñas cosas que cada día toca descubrir, requiere de un mínimo de paciencia, de un saber esperar el momento para lograr disfrutarlo en toda su inmensidad...


La noche llega aunque el día no pasa;
se ha quedado
enredado
en el rojo zarzal de mi corazón...
Tac, tic-tac...
¡ay, amor!
¿no vendrás?
Ocho minutos para la esperanza,
¡los devoro,
son solo ocho!
¡Cómo tardas,
que ya apenas queda rastro del sol!
...tac, tic-tac...
¡Ay, dolor,
no vendrás!
Yo sigo buscándote por la plaza...
¿Serás esa?
¡No!...¿Y aquélla?
¡Qué tardanza!
dan las campanadas en el reloj
sin demora,
se fue el sol,
es la hora...

Y de repente ocurrió algo y dejé de escribir. Ese poema, no entiendo por qué, sigue incompleto, uno de tantos que no he acabado.

Supongo que deberé trabajarlos más pacientemente.

El sol y la luna han sido siempre objeto de mitos, de leyendas y de todo tipo de comparaciones y analogías, con los que se ha pretendido alcanzar una cierta comprensión de cómo es posible el conocimiento o del nivel espiritual alcanzado por alguna persona, yendo ambas cosas juntas casi siempre.

Yo utilicé estos símbolos en un poema escrito durante una larga noche de insomnio, que fue el primero que escribí libre de métrica y rima y con unos símbolos que no conocía. si, tal como lo digo: yo no entendía lo que había escrito. esto era la primera y última vez que me ha pasado. después he ido comprendiendo poco a poco lo que escribí aquella noche, uno de los poemas más bellos que he escrito, por no decir el que más.


El sol se ha plegado sobre si mismo,
incrustado en el manto de las aguas,
porque se ha tornado luna.

La majestad de la ausencia.
La luna, humilde, se ha recogido
en su lecho de corales y espumas.

El negro silencio resplandeciente,
donde el corazón descansa
y cesa su monótono trasiego,
ha devuelto sus ropajes al astro.

Un hilo de luz ha roto el espejo
de aletas profundas.

Amanece.


Pero aún sigo penando que no he terminado de entender todo lo que quiere decir. E incluso, durante bastante tiempo, me he sentido como si mi mano lo hubiese escrito, pero sin ser su verdadero autor.