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Balón rifado, sin dueño, vive huérfano al borde del área, comprueba asustado como se lanzan piernas a su encuentro a golpe de patada buscando ganar metros. El balón ni es mío ni tuyo sino todo lo contrario. Donde esté la rotundidad que se quite el toque, ¡a mí la Legión!. El balón incomprendido llora en la esquina del córner poder alcanzar la red, ser vitoreado, hasta besado tres veces y que el delantero centro le busque acomodo en la vitrina de su museo como prueba de la gloria pasajera. El balón sobrevive con las costuras reventadas, uno hasta aguanta hasta donde puede, leñe. El balón no se jubila: lo rompen, cae al río o lo embarcan. Triste destino.
21/05/2016
Me encantan tus textos.