La expulsión de los moriscos

Imagen: "La expulsión de los moriscos", dibujo de Vicente Carducho. Museo del Prado de Madrid.

Retazos de la Historia de Cartagena.

No fueron pocas las vicisitudes sufridas por la población morisca, tras la conquista de Granada por los Reyes Católicos. A consecuencia de ello ya en el año 1500 hubo una primera sublevación morisca en Las Alpujarras, quienes tras una violenta campaña fueron sometidos por Gonzalo Fernández de Córdoba. Pero los moriscos estuvieron siempre bajo sospecha de connivencia con los berberiscos, y en 1557 una pragmática real les impone muy duras obligaciones, lo que termina por desatar un levantamiento general en 1567, bajo el caudillaje de Abén Humeya, quien recibiría ayuda desde Argel con un desembarco en el puerto de Motril. La sublevación afectaría al Reino de Murcia hasta donde llegaron en sus incursiones, realizando toda clase de desmanes contra la población.

Así las cosas en 1610 el rey Felipe III, firma un edicto de expulsión de los moriscos. A pesar de que la medida es controvertida pues se oponen a ella las Ordenes militares, los nobles y señores que los tienen por vasallos e incluso determinados cargos eclesiásticos, su aplicación se inicia en el Reino de Valencia, donde no sin resistencia, en torno a 150.000 moriscos son conducidos a los distintos puertos para su destierro.

Asimismo el edicto se publica en el Reino de Murcia, por lo que el Capitán General de la Armada con destino en Cartagena, D. Luis Fajardo dispone las Galeras Reales necesarias para el embarque y traslado de la población morisca. Frente al importante número de deportado en el Reino de Valencia, en el de Murcia fueron tan solo unos 15.000, suponiéndose que muchos de ellos fueron protegidos por los hacendados a los que servían. Desde todo el territorio fueron conducidos hasta Cartagena para su embarque en una penosa marcha que dejó muchos cadáveres en los caminos. Llegados a la Plaza Mayor de Cartagena les requisaban todas sus pertenencias de valor, antes de ser embarcados en las Galeras surtas en Mandarache, siendo hacinados en las bodegas como si fueran ganado. Algunos consiguieron emprender la marcha por su cuenta en pequeñas embarcaciones, salvando joyas y objetos de valor.

Era Diciembre de 1613, cuando la escuadra se hace a la mar. Juan Soler Cantó, relata en su libro "Leyendas de Cartagena": "Muchos moriscos no pudieron soportar los maltratos, atropellos y vejámenes de los últimos dias y las privaciones y percances de la navegación y por eso fueron muriendo desde las primeras horas. Los cadáveres fueron arrojados a la mar y las olas los arrastraron a las playas, en las que llenaban los aires con olores mefíticos de putrefacción. Fueron tantos que se hizo precisa una enérgica actuación sanitaria para despejar las costas de este foco de contaminación. En junio de 1610, tres años antes, el Ayuntamiento de Cartagena ya acordó contratar a unos pescadores para que los quitasen de en medio y los enterrasen en lugar apropiado para que no produjesen epidemias. Consta en las actas del cabildo que este pagó por estos trabajos 5.678 maravedíes".

Sin duda este es uno de los muchos hechos trágicos que ha vivido esta ciudad. Los que sobrevivieron encontraron la hostilidad de los países musulmanes que los consideraban cristianizados. Buen número de ellos acabarían por retornar a España, ocultos por sus parientes cristianos.