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Imagen: Joe Lomas "Mirando al mar". Tazones, Asturias. España.
Texto: Leopoldo Bederdella de la Espriella (1951-1988)
HISTORIA DE LA NIÑA QUE QUERÍA TENER SU PROPIO MAR
Triste, acongojada, la niña le había dicho varias veces a su padre que quería tener su propio mar.
Te llevaré de nuevo un día de estos a la playa le decía su padre, tratando de consolarla.
¡No! replicaba ella furiosa: ¡Yo quiero que me traigas el mar hasta aquí! ¡Quiero tener un lindo mar para mí sola, en el jardín de la casa!
El hombre no sabía qué hacer. Por mucho que pensaba y pensaba, no encontraba la manera de explicarle a su hija que el mar no tiene dueños, y menos la idea de traerle uno para ella sola. "Se regala una flor, un mango de corazón, un banano o una sarta de huevos de iguana... pero, ¿un mar? ¡Eso es imposible!", pensaba.
Una tarde, un azulejo lo vio cabizbajo, sentado sobre un tronco. A cada momento se llevaba las manos a la cabeza y dejaba escapar una que otra queja en voz alta.
Lloraba.
Curioso, el azulejo se le acercó.
¿Por qué tan triste? le preguntó, posándose en las ramas más bajas de un arbusto cercano.
Mi hijita Irene quiere un mar para ella sola contestó el hombre, desconcertado.
¿Es eso todo? inquirió el azulejo.
Todo... musitó el hombre metiendo la cabeza entre las manos. ¡Pero yo no sé cómo traerle un mar hasta aquí!
¡Espérame un momento! le ordenó el azulejo: ¡Trataré de conseguir a alguien que quiera traerle un mar a tu hija!
Y se fue.
Al rato, el hombre oyó un intenso aleteo, miró hacia el cielo y vio al azulejo y a tres gaviotas bajar hasta el arbusto.
Te traemos el mar que deseas para tu hija dijo una de las gaviotas: Azulejo nos contó de tu pena y del deseo de ella de tener su propio mar, y hemos decidido complacerla agregó.
¿Mar? exclamó el hombre, decepcionado: ¡Pero si eso no es un mar! ¡Es un Incrédulo, el hombre tomó el caracol y lo acercó a su oído.
Sí, lo oigo respondió. Pero mi hija no lo quiere allí, dentro de un caracol.
Tu hija tendrá un mar dijo la más veterana de las gaviotas. Pero habrá una condición.
¿Cuál?
Tendrá que compartir con todas las aves del contorno.
¡Lo hará! aseguró el hombre, radiante. Y no sólo con las aves, sino también con los insectos y las plantas.
Bien dijo la más veterana de las gaviotas: Toma el caracol que te hemos dado, llévalo a tu casa, y siémbralo en el jardín.
¿Sembrarlo en el jardín? objetó el hombre, confundido.
¡Claro! insistió la gaviota ¿Acaso no hay que sembrar para recoger?
Y levantó el vuelo, las otras dos y el azulejo levantaron también el vuelo, siguiéndola de cerca.
Desconcertado, el hombre se llevó el caracol para su casa. Pero una vez allá, comenzó a dudar. No sabía si colocarlo de adorno en su mesita de noche, si usarlo para que las puertas no se cerraran de golpe, o sembrarlo en el jardín, conforme se lo había aconsejado la gaviota. "¿Sembrarlo en el jardín?", pensaba: "Nunca había escuchado tanta necedad...".
Pasaban los días, y la tristeza de Irene aumentaba. A pesar de sus exigencias, su padre guardaba silencio. A veces se le veía intranquilo, sobre todo cuando por las tardes se dirigía al jardín.
Una noche, un ruido extraño despertó al hombre. Rápidamente se dirigió al jardín. El ruido lo ocasionaba un topo que, escarbando, había dado con el caracol, y se disponía a hacerlo trizas.
¡Ea! ¡Deja eso ahí! ¡Es mío! le gritó el hombre, visiblemente alterado.
Desde entonces, decidió montar vigilancia en el jardín, sobre todo en las noches, que era cuando más peligro corría el caracol de desaparecer.
Una mañana, cuando ya Irene había perdido las esperanzas de tener su propio mar, un aleteo intenso la despertó bien temprano. La niña saltó de la cama, se frotó los ojos y se encontró con que tres bellas gaviotas una de ellas con un copete negro se habían posado suavemente en el alféizar de su ventana. Una brisa ligera movía las cortinas y llenaba la estancia de un olor a trópico.
¡Levántate, Irene! le ordenaron las gaviotas en coro: ¡El mar que deseabas ya está aquí!
¿El mar...? preguntó la niña intrigada.
¡Sí! ¡El mar! respondieron en coro las gaviotas: ¿Acaso no lo pedías? ¿No querías tener un mar para ti sola, en el jardín de su casa?
Y con una alegría que le salía por todo el cuerpo, agradeció a su atónito padre el que le hubiese permitido tener su propio mar, allí mismo, en el jardín de su casa.
¡Tendrás que compartirlo con las aves del contorno, los insectos, las plantas y tus vecinos! alcanzó a decirle el hombre.
Irene ya no oía. Descalza, con el cabello suelto, corría por la tibia arena detrás de un cangrejo ermitaño que presuroso, volvía a su guardia en el brote rojizo de un hermoso coral.
Me encanta la imagen, y el texto me desconcierta...
Besotes!!!
¡Y quién no ha querido tener el mar para sí?
Mi saludo y un abrazo, Fernan
Hola cielo que bello relato
me gusto mucho
un beso
QUE BONITA LA HISTORIA LA FOTO TAMBIEN ESTA MUY BELLA
GRACIAS X EL PIROPO A MIS OJITOS JAJA XD
BESOSS QUE TENGAS UNA BUENA SEMANA
hola fernan
linda historia y la foto lindisima
un beso cielo feliz dia
montse
Te gustará:
http://devericuetos.blogcindario.com/2010/04/00582-al-mercao.html
Besotes!!!
Hola Corremundos...
me pregunto si alguna vez descansa
y deja de correr...
Me gusto mucho el cuento de la niña y el mar...
Eso de anamorarme... ojala
que nunca me suceda...
prefiero estar sola
que mal acompañada..
Cuidese muchoooo
Un bello dia..
Xoxo
buenos dias mi querido Fernan, una bella historia la que hoy nos relatas, me encanta, y la imagen es bellisima, ya que el mar siempre digo que encierra infinidad de secretos e incita al poema, feliz tarde, un cariñoso abrazo.
Hola :
PRECIOSA DE VERDAD LA FOTO y la HISTORIA ME HA ENCANTADO ES...
SORPRENDENTE Y HERMOSA AL MISMO TIEMPO.
UN SALUDO
maravillas10Ayer a las 21:20
larocukyAyer a las 12:24
angela.6913/05/2024
NaiaraDelko12/05/2024
Joaki-00711/05/2024