var isMobileBrowser=false;
Imagen: Libia. Contenedor de cadáveres (de internet)
Todas las guerras, todos los conflictos armados generan delitos y crímenes contra la humanidad que exceden los propios objetivos bélicos. El caso de Libia, que sufrió un intenso conflicto civil en el pasado año 2011, y que terminó con la detención y asesinato de Gadafi no es una excepción.
La comunidad tawargha (libios negros), establecida a 40 Km. al este de Misrata, apoyó a Gadafi al inicio del conflicto. Sus milicias atacaron Misrata, a sangre y fuego. A mediados de agosto de 2011, los thuwwar, milicianos rebeldes se tomaron su venganza: saquearon, vandalizaron e incendiaron sus casas. Quienes no resultaron muertos, fueron detenidos o expulsados. Hoy, Tawargha es una ciudad fantasma. Así toda la comunidad tawargha está siendo castigada colectivamente por unos delitos cometidos por unos pocos. Amnistía Internacional conoce los casos de varios miembros de la comunidad tawargha que han sido torturados hasta morir.
De igual modo, miles de miembros de la tribu mashashya fueron expulsados de su pueblo por milicias de Zintan, en los montes de Nafusa. Estas y otras comunidades permanecen desplazadas en campamentos improvisados por todo el país, y no se ha tomado ninguna medida para que los responsables rindan cuentas o para que las comunidades desplazadas puedan regresar a sus hogares.
Amnistía Internacional ha pedido a las nuevas autoridades libias que los derechos humanos sean la piedra angular de la transición política y del programa general de reforma institucional anunciado. Pero la comunidad internacional, que solo parece velar por sus intereses económicos, debe ayudar y garantizar este proceso.
maravillas10Hoy a las 09:27
astur_82Ayer a las 23:46
angela.69Ayer a las 10:20
NaiaraDelko18/04/2024
Rocio.Chio17/04/2024