Paisaje de hórreos y cruceiros

En nuestro recorrido por tierras gallegas hay dos elementos que se van repitiendo y que son componentes indisociables de su paisaje, elementos etnográficos que de alguna manera nos hablan de su cultura, costumbres e incluso forma de vida de sus gentes: los hórreos y los cruceiros.

Los hórreos son construcciones de piedra o madera, elevadas sobre pilares y compuestas por un tejado a dos aguas, utilizados antaño con el fin de almacenar o preservar del agua y de los animales, ciertos recursos agrícolas como el maiz y otros cereales. Suelen estar rematados por una cruz, con la que se intentaba conseguir la protección divina para la cosecha.

Se discute sobre su origen histórico, pero lo cierto es que el uso de graneros aéreos ha estado casi siempre vinculado al cultivo del mijo, que ya se practicaba incluso durante la época de los castros y que sería sustituido por el maíz a partir de su llegada a Europa en el siglo XVII.
En nuestro viaje hemos podido comprobar que muchos de ellos han sido restaurados y adaptados para usos modernos, incluso en forma de alojamientos turísticos, restaurantes o espacios museísticos.

El cruceiro es un símbolo religioso, generalmente de piedra, configurados por cuatro elementos básicos: una plataforma, un fuste, un capitel y una cruz. Una expresión de la devoción popular, que solemos encontrar en los caminos o cerca de ermitas, iglesias y cementerios.

Estos cruceiros fueron concebidos como un elemento capaz de santificar lugares y alejar al demonio, aunque también llegaron a ocupar otros fines mucho más prácticos como marcar límites (jurisdiccionales, civiles o eclesiásticos), anunciar la proximidad de algún santuario o sepultura, e incluso señalar las distintas rutas a los peregrinos del Camino de Santiago.

Aunque hunden sus raices en la Edad Media, su expansión se produce partir del siglo XVI, tras el Concilio de Trento, cuando fueron auspiciados por los obispos a través de las constituciones sinodales.
Muchos de ellos constituyen auténticas obras de arte donde suele esculpirse un Cristo crucificado en su cara principal y una Virgen en la posterior.