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Tanto, que tras una hora y pico de monólogo, cuando al fin atendió a las educadas súplicas de mis miradas y me dejó marchar, me los olvidé, y decidí mandar a Noelia a por ellos.
Noelia es una de mis compañeras de piso. Vive enamorada del amor (al dinero). Ya tiene un novio, pero no es suficiente (dinero). Como a la Reme no le gusta nada la novia de su nieto, intenta por todos los medios encontrarle una sustituta. Y Noelia es la primera en la lista. Porque estudia derecho, porque lleva tacones, y, lo más importante, porque no luce pantalones pitillo botas militares y una de esas cosas alrededor del cuello que llaman palestinas. La Reme vive a caballo entre la libertad y la opresión. Libertad que disfruta desde que su marido desapareció y la opresión de no saber muy bien cómo explicarle a su hija que es una pija de Madrid, que cuando su nieto viene a casa duerme con su novia (que por cierto, no le gusta nada) y fuma porros. Así, es moderna pero tampoco mucho. Y antigua, porque le gusta mirar por encima del hombro a la cajera del Gadis, (que qué se creerá ella, que no deja de ser cajera por muy mona que se ponga, y un respeto, que la Reme ha aguantado mucho a su marido para poder tener esa casa, esa posición, y esa cosa que se materializa una vez a la semana en la visita a la peluquería)
Al final le hemos cogido cariño a la Reme. Sobre todo, desde que sabemos que tiene un hijo que es bohemio, guapísimo y cuarentón. Y toca con unas chicas muy conocidas que salen en la radio. Según la Reme, son negras, pero son buena gente de todas maneras.