"Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas, y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, asegura que vio a los esqueletos de los antiguos templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y, caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada, que con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso."
Michelle Pfeiffer es una de estas mujeres a las que no le asusta envejecer. Tampoco es de extrañar, pues a sus 51 años está más bella que nunca.
A pesar de eso, la actriz es muy crítica consigo mismo y muy consciente de su edad, y no está dispuesta a hacer el ridículo vistiendo ropa de jovencitas. No es porque no tenga un cuerpo estupendo, que lo tiene y lo sabe, sino porque sencillamente ha pasado su época de llevar minifaldas.
"Ya no puedo llevar faldas muy cortas. No es que mis piernas estén mal, es simplemente que parezco tonta. Ya no tengo esa presión de vestir como una jovencita. Tengo 50 años y todo el mundo lo sabe. Los pantalones vaqueros es lo que más me gusta, tengo 15 pares".
Michelle reveló recientemente que hacerse mayor le hace sentirse libre. "Si crees que te liberas cuando llegas a los 40, espera a llegar a los 50 y te sorprenderás. La anticipación a algo es siempre mucho peor que la realidad".
A pesar de que muchas actrices se quejan de que cuando se hacen mayores ya no reciben papeles, este no es el caso de Pfeiffer quien, además, sigue compartiendo cartel con actores jóvenes y atractivos. "Parece que mis compañeros de reparto son cada vez más jóvenes. No sé por qué no comparto protagonismo con un hombre de mi edad. Soy afortunada".
Se suponía que Neil Armstrong estaría dormido. Atrás había quedado la caminata espacial. Ya había guardado las rocas lunares. Su nave estaba lista para despegar. Dentro de pocas horas, el módulo de ascenso de Eagle saldría disparado desde la Luna, algo que ninguna otra nave había intentado jamás y Neil necesitaba tener todos sus sentidos alerta. Se acurrucó sobre la cubierta del motor y cerró los ojos.
Pero no pudo conciliar el sueño.
Buzz Aldrin tampoco pudo hacerlo. En aquel estrecho espacio, Buzz tenía el mejor lugar: el piso. Se estiró tanto como pudo dentro de su traje espacial y cerró los ojos. No pasó nada. En un día como este, ¿qué más se podría esperar?
La narcolepsia es mucho más que quedarse dormido de forma repentina: una simple carcajada o un partido de tenis pueden ser suficientes para que los afectados pasen de la consciencia a las profundidades del sueño. Esta enfermedad, a pesar de las consecuencias sociales, laborales y físicas que provocan y de no tener cura, no está considerada discapacitante por la Administración Pública. Ana, afectada por la enfermedad, ha querido contarnos su caso
"Me llamo Ana, y me diagnosticaron Narcolepsia cuando tenía 33 años. Aunque existen métodos de diagnóstico de la enfermedad, es muy frecuente que los médicos de atención primaria confundan los síntomas con los de otras enfermedades, por lo que transcurre un largo período de tiempo hasta que los pacientes de narcolepsia somos diagnosticados correctamente. En mi caso, los primeros síntomas aparecieron alrededor de los 20 años".
