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Quería estar en paz conmigo misma, quería perdonarte todo lo que me hiciste, por eso decidí escribirte una carta. Sabía que si lo hacía me sentiría mejor como persona, entendería que no todas las historias acaban bien, y que nada es como parece ser. Nos empeñamos en buscar un futuro, pero el tiempo avanza de manera muy distinta a como imaginamos. Las cosas ocurren, ocurren y ya está, y odiar cielo, es demasiado agotador…

Te perdono.

Dicen que siempre hay un momento para arreglar las cosas, quizás sea este o quizás no, no lo sé. Solo sé que necesito decírtelo para seguir adelante con mi vida.

Todos estos meses de atrás me he preguntado por qué. ¿Por qué lo hiciste? ¿Cómo ocurrió todo? ¿Qué hicimos mal? Y nunca he encontrado la respuesta, y la verdad, es absurdo preguntárselo.

Las personas cambian, se equivocan, aprenden. Todos cometemos errores muchas veces sin saber por qué y hacemos daño a quienes más nos importan, pero lo importante es arrepentirse y entender que la vida no tiene límites, que no todo es blanco o negro, que también hay gris. Eso es lo que nos hace crecer, madurar como personas y entender que hasta el más bueno también comete errores.

Yo también he cometido errores. Intenté cambiarte, intenté que fueras la persona que quería tener conmigo. Intenté convertirte en algo que no eres y eso está mal.

Las personas nos aferramos a los demás sin ninguna razón, y luego queremos que todo esté bien, que todos nos quieran siempre de la misma forma y que la persona a la que nos aferramos tanto no deje nunca de querernos, pero la verdad es que no podemos hacer que el amor se pare. No podemos detener el tiempo porque entonces la vida sería un infierno y el amor está por encima de eso, va más allá. El amor se transforma, nunca es igual. Podemos amar a alguien toda la vida pero nunca como la primera vez, nunca como años después, nunca como la amamos al final. El amor cambia y nos cambia. No podemos medirlo ni podemos controlarlo, pero sí podemos demostrarlo.