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parte 2
Soy varón. Me parezco más a ti que al seductor que te engañó. ¡Cómo me vas a olvidar, si yo a cada momento pido a Papá Dios que borre de tu mente esas pesadillas, que turban tu descanso y te dan muerte en vida! Por eso, ¡qué alegría cuando buscaste a un sacerdote y te reconciliaste con el Señor de la Vida! Querida mamá, quiero verte feliz. Recuerda lo que te dijo el sacerdote al despedirte: "Hija, Dios Padre ya ha hecho su obra de amor en ti, el tiempo irá sanando la herida, la paciencia de Dios salva."
Mientras te estoy escribiendo, tengo a mi lado a Antonio. Bueno, es un decir, porque mi amigo, al igual que yo, no tiene nombre ni apellidos. También está aquí por el aborto. Su madre, muy joven ella, fue violada en la calle, cuando regresaba a casa. Y, porque no amaba a su violador, se deshizo del hijo a las pocas semanas de haberlo concebido. A mi amigo le obsesiona esta pregunta: ¿por qué si mi mamá no amaba al hombre que la violó, dejó que me mataran a mí que la hubiera amado siempre y jamás me hubiera avergonzado de ella?" No acierto a darle una respuesta convincente. Aquí, en el Reino del Amor, sólo entendemos el lenguaje del amor; por eso, no comprendemos vuestras disquisiciones acerca del aborto por mala formación del feto, por violación, por dificultades económicas de los padres, por no querer más hijos... Me cuentan que ni las guerras, ni Hitler con sus cámaras de gas letal, realizaron una masacre tan espantosa.
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