var isMobileBrowser=false;
parte2
Pero no hay, tiempo que perder, lo que tenga que
ser que sea de una vez.
No justifico tu crimen mamá, pero lo perdono.
Lo que no me cabe en la cabeza es la maldad de
aquella bestia vestida de blanco. Que temor tan horrible!,cuando me
apuntaba con aquella enorme
aguja, que anunciaba el fin de mi vida.
Recuerdo que en ese momento, presintiendo el
final de mi vida, rompi en
llanto incesante, pero ni tú, ni él pudieron
escucharme. Quize huir, alejarme de aquel extraño monstruo
que amenazaba con destruirme.
Mi ritmo cardiaco iba aumentando, sobrepasaba los
200 latidos por minuto, me agitaba, me convulsionaba lo mas fuerte posible
para evitar el contacto
con aquel tubo letal, pero el espacio era reducido y
el agresor llevaba las de ganar.