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No hay persona tan inclinada y asida a la tierra, que no pueda levantar alguna vez los ojos al Cielo; y por grandes que sean las ocupaciones y embarazos, siempre queda libre algo de tiempo para la lectura de un momento; y aun cuando la multitud de negocios no permita meditar de propósito lo que se leyere, se puede al menos conservar en la memoria -5- alguna reflexión piadosa, para pensar en ella entre día en medio de las mismas ocultaciones.
El intento de este librito es sugerir pensamientos santos para todos los días del mes; y el método que podrá adoptar el cristiano, para mejor aprovecharse de ellos, será el siguiente:
A la mañana, luego que se levante, después de haber hecho a Dios la adoración debida, puesto en su divina presencia, lea el Pensamiento propio de aquel día; y léale despacio para entenderle mejor.
Si tiene tiempo, deténgase en la consideración del primer artículo, antes de pasar al segundo; no contentándose con entender superficialmente la verdad o máxima -6- en él contenida, sino procurando penetrarla, sentirla, y tomar sabor en ella, aplicándosela a sí mismo; y lo mismo hará en cada uno de los puntos siguientes.
Pero si las muchas ocupaciones no le dejan tiempo suficiente para hacer esas reflexiones, conténtese con una lectura sencilla, que no debe nunca omitirse; porque los pensamientos cristianos son para el alma, lo que es el sello respecto de la cera, que por ligeramente que la toque, siempre deja en ella alguna impresión.
En el caso de que ni por la mañana, ni entre día pueda leer el Pensamiento señalado para aquel día, no deje de leerle a la noche, antes de acostarse.
La práctica, que se sigue después -7- de cada Pensamiento es muy importante; y así nunca debe omitirse el acto de virtud, que contiene, haciendo sobre ella una breve reflexión.