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29/12/2023
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24/08/2023
Ella era menudita de talla, aunque no de carnes, de las que ni la sobraban ni la faltaban; era coqueta y siempre iba muy arregladita con su capacho en la mano, eso sí: peinada de peluquería.
Ya había muerto el marido y los hijos, quitando el menor, habían volado. Solo alguno de ellos aparecía en época de vacaciones para pasar unos días y dejar al nieto para que lo atendiera. Pero a las fiestas del pueblo casi ninguno faltaba.
Ella hablaba por los codos en cuanto cogía por banda a algún descuidado.
Pero, ese verano había caído en una extraña afición: surtirse de pepinos, tomates, pimientos y cuantas verduras crecían en la huerta de la Matea. Eso si: burlando la mirada de sus dueños.
No paró ahí su ratonil maña, pues cuando veía a la Matea y al Conejete trabajando en la huerta, y sabiendo que en la carnicería quedaba sola la hija que solía estar en la planta alta de la casa haciendo las faenas domésticas y solo bajaba para atender a los clientes cuando estos llamaban, se decidió a hacer algunas incursiones en el establecimiento para surtirse de otras viandas.
Era, el mostrador alto y ocupaba el estrecho despacho de pared a pared, y solo se comunicaba con la casa por una puerta detrás del mostrador que daba a una empinada escalera, y con otra puerta se abría el establecimiento al Mayo Sobre el mostrador, había una vitrina que ocupaba dos tercios de este y estaba arrimada a uno dde sus extremos, quedando la otra parte libre.
Entraba, sigilosamente, sin hacer ruido con las cortinas, daba un salto para apoyar su pecho en la encimera del mostrador, y estiraba su brazo izquierdo hasta introducirlo en la vitrina para alcanzar su nutriente objetivo.
.- Mamá, dijo Manoli, ¿has vendido tú el trozo de morcillo que estaba en la vitrina?
.- No, hija, he estado en la huerta con tu padre que se ha quedado regando...
.- Pues yo tampoco lo he vendido y estaba en la vitrina, que aún se nota la humedad y la mancha en el sitio donde estaba. ¡Me parece que alguien se lo ha llevado y yo no he oido entrar a nadie!
.- ¿No lo habrás echado al cocido?
.- ¡iba yo a dejar sucio el mostrador! ¡Qué cosas tienes mamá!
.- Pues no es el primer día que falta algo. ¡Verás que pronto cazo yo al ladrón!
Llegó la siguiente ocasión para nuestro personaje, vigiló que quedaban en la huerta, oyó a Manoli en el piso de arriba y apartando sigilosamente la cortina se encaramó al mostrador apoyando el pecho y asiéndose con la mano derecha mientras la izquierda trataba de coger la punta de jamón que había quedado un poco retirada. De pronto se sintió agarrada por la cintura de las bragas y sintió unos tremendos azotes en el culo mientras oía a Manoli:
.- ¡Toma por ladrona!
Pataleaba y trataba de bajarse del mostrador, pero su rara postura y la fuerte mano de Manoli se lo impidieron hasta que Manoli se hartó de dar azotes y la soltó. Entonces salió disparada como alma que lleva el diablo.
Nota: Omito el nombre de la aprendiz de delincuente por respeto a su familia.