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La Función de la Vida en la Creación
Soberanía del Rey
Una noche hace casi 3.000 años, el rey David ponderaba la aparente insignificancia de los seres humanos comparada con la inmensidad del cielo nocturno. En sus años como pastor de ovejas había pasado muchas noches a la intemperie, contemplando el cielo lleno de estrellas. Fíjese en los pensamientos que él registró.
Al meditar sobre la magnificencia y la inmencidad del universo, David se preguntó por qué Dios se preocupaba tanto por los seres humanos y su futuro. Él se dio cuenta de que dentro del gran espectro y enormidad del firmamento podemos parecer insignificantes. No obstante, también percibió que en el plan del gran Dios Creador ninguna parte de su creación física se comparaba en lo más mínimo con el propósito que él tiene para los seres humanos.
Al comprender que solamente Dios puede revelar su propósito de habernos creado, David continuó reflexionando sobre el destino del hombre:
David meditaba así sobre el dominio que Dios le dio a la humanidad al momento de la creación, y al hacerlo se valió en parte del mismo lenguaje de Genesis 1:26, donde Dios dice:
Por lo tanto, el hombre fue hecho a la imagen de Dios para reinar sobre su creación.
David se dio cuenta de que Dios ya le había concedido al hombre la capacidad para administrar una importante parte de su creación: nuestro planeta y sus maravillas. Pero él también sabía que había mucho más por venir.
Las palabras de David en el Salmo 8 son citadas posteriormente en con un comentario explicativo al final:
En este pasaje, la palabra “todo” es una traducción del vocablo griego ta panta, o “el todo”, que significa básicamente “el universo”. Esto es lo que Dios ha decidido dejar bajo el dominio del hombre, pero, como se aclara aquí mismo, no todavía.
Es muy posible que mientras contemplaba la grandeza celestial en las alturas, David haya recordado la asombrosa proclamación entregada a través de Moisés de que “el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo . . . el Eterno tu Dios los ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cielos”
¡Qué declaración tan asombrosa! Estos versículos revelan que el hombre fue creado para compartir con Dios el dominio sobre todo el universo creado. No obstante, lo descrito es solo un aspecto de una realidad aún más grandiosa.