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La Vieja Naturaleza
Enemista Contra El Hijo de Dios
Al utilizar la expresión el viejo hombre se refiere a vieja naturaleza , Pablo nos da a entender que se está refiriendo tanto a nuestra mente inconversa como a los hechos pecaminosos que provienen de ésta. Como lo mencionamos antes, nuestro viejo yo debe ser muerto y sepultado en la tumba acuática del bautismo.
Con el paso del tiempo, Dios va obrando milagrosamente por medio de su Espíritu a fin de que podamos ir deshaciéndonos de lo peor que hay en nosotros, los pecados que pensábamos que nunca podríamos vencer. Él puede liberarnos de esos pecados que nos mantuvieron esclavizados por tanto tiempo.
Con la ayuda de Dios, gradualmente vamos siendo liberados de esa forma errónea de pensar y vivir, la cual Pablo consideró como esclavitud (Romanos 6:16). Para librarnos de ese yugo, el apóstol nos dice: “Hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal: inmoralidad sexual, impureza, bajas pasiones, malos deseos y avaricia, la cual es idolatría”.
A medida que estudiamos las Escrituras nos damos cuenta de que, incluso después de haber sido bautizados, continuamos viendo más claramente los aspectos negativos de nuestra naturaleza humana. En la Biblia se nos ayuda a ir reconociendo los cambios que aún necesitamos hacer. Si lo permitimos, la Palabra de Dios puede penetrar simbólicamente como una espada afilada hasta el fondo de nuestro ser y cortar todo lo malo, ya que “discierne los pensamientos del corazón”
Con la ayuda de la Biblia podemos reconocer nuestros pensamientos y costumbres erróneos (ver el recuadro “Es imprescindible estudiar la Biblia”,. Podemos rechazar nuestra vieja manera de vivir cambiarla por pensamientos correctos y hechos que agradan a Dios. Pero ¡no podemos hacerlo solos!
Necesitamos avivar el Espíritu de Dios que está en nosotros (2 Timoteo 1:6). Ese Espíritu nos puede ayudar a irnos renovando día a día, dándole a nuestra nueva naturaleza la fortaleza que necesita para vencer el pecado. Con la ayuda del Espíritu de Dios podemos “hacer morir las obras de la carne” (Romanos 8:13).
Algunos fracasan en su lucha contra el pecado porque, en lugar de usar el poder que Dios nos otorga por medio de su Espíritu, tratan de vencerlo con su propia fuerza. El apóstol Pablo conocía muy bien esta deficiencia humana, pues entendía cómo la naturaleza del hombre afecta nuestra conducta: “Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí” (Romanos 7:21). Leyendo desde el versículo 15 podemos darnos cuenta de la lucha que sostenía este apóstol, y de hecho la que sostiene cada persona que quiere seguir a Cristo, entre su naturaleza humana y su nueva naturaleza.
Es sólo por medio de la presencia de Cristo en nosotros (Gálatas 2:20) que podemos vivir esa clase de nueva vida.
Sólo él puede “redimirnos de toda iniquidad” y hacernos “para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:14). Con la ayuda de Dios podemos vencer.