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Transformados En Cristo

La Vieja Naturaleza

Siempre Contra Su Palabra

Enemista Contra El Hijo de Dios

Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

Romanos 8:7-8

Al utilizar la expresión el viejo hombre se refiere a vieja naturaleza , Pablo nos da a entender que se está refiriendo tanto a nuestra mente inconversa como a los hechos pecaminosos que provienen de ésta. Como lo mencionamos antes, nuestro viejo yo debe ser muerto y sepultado en la tumba acuática del bautismo.

¿Querrá todo esto decir que debemos seguir pecando para que se desborde la gracia? ¡De ningún modo! Quienes hemos muerto al pecado, ¿cómo vamos a seguir viviendo sometidos a él? ¿No sabéis que, al ser vinculados a Cristo por el bautismo, fuimos vinculados también a su muerte? Por el bautismo, en efecto, fuimos sepultados con Cristo, a fin de participar en su muerte. Por tanto, si Cristo venció a la muerte resucitando por el glorioso poder del Padre, es preciso que también nosotros emprendamos una vida nueva.

ROMANOS 6:1-4

Con el paso del tiempo, Dios va obrando milagrosamente por medio de su Espíritu a fin de que podamos ir deshaciéndonos de lo peor que hay en nosotros, los pecados que pensábamos que nunca podríamos vencer. Él puede liberarnos de esos pecados que nos mantuvieron esclavizados por tanto tiempo.

Con la ayuda de Dios, gradualmente vamos siendo liberados de esa forma errónea de pensar y vivir, la cual Pablo consideró como esclavitud (Romanos 6:16). Para librarnos de ese yugo, el apóstol nos dice: “Hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal: inmoralidad sexual, impureza, bajas pasiones, malos deseos y avaricia, la cual es idolatría”.

Destruid lo que hay de mundano en vosotros: la lujuria, la impureza, las pasiones desenfrenadas, los malos deseos y la avaricia, que es una especie de idolatría.

COLOSENSES 3:5

A medida que estudiamos las Escrituras nos damos cuenta de que, incluso después de haber sido bautizados, continuamos viendo más claramente los aspectos negativos de nuestra naturaleza humana. En la Biblia se nos ayuda a ir reconociendo los cambios que aún necesitamos hacer. Si lo permitimos, la Palabra de Dios puede penetrar simbólicamente como una espada afilada hasta el fondo de nuestro ser y cortar todo lo malo, ya que “discierne los pensamientos del corazón”

En efecto, la palabra de Dios es fuente de vida y de eficacia; es más cortante que espada de dos filos y penetra hasta dividir lo que el ser humano tiene de más íntimo, hasta llegar a lo más profundo de su ser, poniendo al descubierto los más secretos pensamientos e intenciones.

HEBREOS 4:12

Con la ayuda de la Biblia podemos reconocer nuestros pensamientos y costumbres erróneos (ver el recuadro “Es imprescindible estudiar la Biblia”,. Podemos rechazar nuestra vieja manera de vivir cambiarla por pensamientos correctos y hechos que agradan a Dios. Pero ¡no podemos hacerlo solos!

Necesitamos avivar el Espíritu de Dios que está en nosotros (2 Timoteo 1:6). Ese Espíritu nos puede ayudar a irnos renovando día a día, dándole a nuestra nueva naturaleza la fortaleza que necesita para vencer el pecado. Con la ayuda del Espíritu de Dios podemos “hacer morir las obras de la carne” (Romanos 8:13).

Algunos fracasan en su lucha contra el pecado porque, en lugar de usar el poder que Dios nos otorga por medio de su Espíritu, tratan de vencerlo con su propia fuerza. El apóstol Pablo conocía muy bien esta deficiencia humana, pues entendía cómo la naturaleza del hombre afecta nuestra conducta: “Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí” (Romanos 7:21). Leyendo desde el versículo 15 podemos darnos cuenta de la lucha que sostenía este apóstol, y de hecho la que sostiene cada persona que quiere seguir a Cristo, entre su naturaleza humana y su nueva naturaleza.

Es sólo por medio de la presencia de Cristo en nosotros (Gálatas 2:20) que podemos vivir esa clase de nueva vida. 

Ya no soy yo quien vive; es Cristo quien vive en mí. Mi vida en este mundo consiste en creer en el Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí.

GÁLATAS 2:20

Sólo él puede “redimirnos de toda iniquidad” y hacernos “para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:14). Con la ayuda de Dios podemos vencer.

Fue él quien se entregó por nosotros a fin de liberarnos de toda maldad y de prepararse un pueblo limpio y elegido, totalmente entregado a la práctica del bien.

TITO 2:14

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