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MATERNIDAD
Si un hijo la abrumaba, no sabía.
Al principio pesaba lo que un nido,
lo que una voz, sin voz para el gemido,
lo que un perfume en trance de agonía.
Luego supo que el hijo nacería,
porque miró su seno convertido
en un tallo de miel, donde el latido
del corazón en leche florecía.
Más tarde toda se sintió vencida
por su propia cintura -mies crecida-
hacia el cielo redondo de su pecho.
Y un día casi azul, de madrugada,
se sintió por un niño desgarrada
sobre el lirio impasible de su lecho.