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¿Cuánto se puede llegar a querer a un perro?

Son innumerables los beneficios que aportan las mascotas, pero un «amor desmedido» puede ocultar problemas de relación con las personas.

Desde el punto de vista de la psicología, es natural que se ame o sienta afecto hacia las mascotas. Pero este sentimiento se convierte en dañino si se convierte en obsesivo, haciendo que el sentido de la vida gire en torno a la mascota, e incluso llevando a las personas a caer en la despreocupación sobre otros aspectos de la vida, muchos de ellos básicos, e incluso pueden llevar a determinadas personas a no permitirse tener contactos o relaciones fructíferas con otras personas.

 

Las mascotas, y quizás de una manera especial los perros, forman parte de nuestra sociedad y de muchos núcleos familiares. Recientemente hemos podido ver el seguimiento que ha tenido entre los defensores de los animales por parte de Javier Limón, marido de Teresa Romero, ante la decisión de sacrificar a su mascota, Excálibur, ante la posibilidad de que portase el virus del ébola y pudiese contagiarlo.

Ambos, y gran parte de la sociedad mostraron el amor que se puede llegar a sentir por los animales. Una relación entre perro y persona que en la mayoría de los casos aporta muchos beneficios, pero que en determinadas situaciones, y en relaciones «llevadas al extremo», pueden resultar perjudiciales.

Según el psicólogo Eduardo Santillán Sosa, quienes prefieren amar a las mascotas más que a una persona son seres que «han tenido graves carencias y frustraciones en sus tratos con los seres humanos, de manera particular desde la infancia o niñez, y que han establecido un alto grado de desconfianza, incluso con aquellos que conforman su entorno familiar».

No resulta conveniente sustituir una mascota por otra, ya que se tiende a comparar a la nueva mascota con la anterior y a intentar buscar los mismos comportamientos y actitudes que en el animal desaparecido. Hay que tomarse cierto tiempo antes de decidirse por una nueva mascota.

La pérdida de nuestro perro es un momento difícil pero no se debe olvidar que con el paso del tiempo los recuerdos se convierten en algo agradable y se disipa el dolor.

Algunas personas también quieren más a las mascotas por la necesidad de tener una compañía que no los abandone. En este caso un perro puede aportar calidad de vida a las personas que no se sienten queridas, ya que llenan ciertos momentos de soledad o tristeza.

En caso de pérdida o fallecimiento, y dependiendo del grado de afectividad que se haya generado entre la persona y el perro, es probable que el propietario de la mascota genere alteraciones emocionales, tales como ansiedad o depresión.

ABC


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