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El caso es que me enfadé bastante cuando mamá me prohibió seguir jugando porque teníamos que volver a casa, esperaba la caligrafía. Puse morros, me crucé de brazos y planté los pies, negándome en redondo a dar un solo paso, todo ello acompañado de la banda sonora de las regañinas de mamá. Alguien que pasaba por allí exclamó:
- ¡Menudos rebotes pilla este niño!
Y otro atrapó el comentario en el aire, interpretándolo como un halago a mis actitudes baloncestísticas. Resultó ser un ojeador y una cosa llevó a la otra, hasta verme convertido en carne de cromo.
01/07/2016