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Mi pequeño amigo y yo llegamos por fin al parque, tras cruzar el paso de peatones agarrados de la mano y bajar por unas escaleras de piedra. No había niños, estábamos solos con la salvedad de un enorme elefante sentado en un banco de madera. Nos acercamos a preguntarle:
- Disculpe, señor elefante, ¿sabe si columpiarse es peligroso?
- En absoluto, no tengáis miedo. Yo mismo acabo de balancearme con 124 amigos sobre la tela de una araña
Mi pequeño amigo y yo nos miramos extrañados
- ¡¡¡124 elefantes encima de una tela de araña!!!
- Así es, incrédulos niños. El caso es que yo fui el primero en planteármelo y presto y dispuesto comencé a columpiarme. Al comprobar que la tela de araña, pese a su frágil apariencia, no se rompía, animé a otro elefante que por aquí pasaba. La tela de araña seguía aguantando, firme, balanceándonos, y a la fiesta se unió un tercer elefante. Nada, la tela de araña no mostraba síntomas de rotura. Este tercer elefante mandó un guasap a su primo. Queríamos comprobar donde estaba el límite, cuándo nos caeríamos al suelo. El primo vino acompañado de un amigo, se subió a la tela de araña y ahí estábamos los cuatro, balanceándonos, sin novedades en la estructura de la tela de araña. El amigo del primo se animó y se unió al grupo y como si nada hubiera pasado en lo que respecta a la tela de araña…
- ¡Vale, vale, vale!, interrumpí, ¡hasta que por fin, con el elefante 124 todo se vino abajo!
- Ni por esas, querido niño. Todo es más sencillo. El tiempo se nos echó encima, era la hora de la merienda y un elefante no perdona su ración diaria de maníes. Echamos nuestro barrito en manada y nos fuimos a comer barritas barruntando que aquello de la tela de araña no era normal.
El elefante se despidió cordialmente y mi pequeño amigo y yo nos subimos al columpio. Al cabo de un rato mi pequeño amigo comenzó a cantar, subiendo y bajando en el columpio:
- Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña,…
25/03/2017