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La premisa de esta paradoja es muy simple: si existiera vida inteligente más allá de nuestro planeta, ya habríamos observado indicios de ella a lo largo de nuestra historia evolutiva.
Basándonos únicamente en escala y probabilidad, no cabe duda de que deberían existir especies o entes inteligentes fuera de la Tierra, pero el hecho de que la interacción con entidades biológicas externas haya sido nula nos indica lo contrario. Cualquier signo: un fragmento de una construcción, partes de un vehículo espacial, una señal comunicativa, huellas, materia orgánica o indicios biológicos habrían sido suficiente para tirar la paradoja de Fermi por tierra.
Curiosamente, tal y como indican estudios versados en la materia, la paradoja de Fermi ni fue acuñada por el físico Enrico Fermi (creador del primer reactor nuclear) ni es una paradoja en sí misma. Fermi llegó a postular preguntas cómo “¿Dónde están todos?”, pero la primera ideación de este pensamiento llegó de la mano de Michael Hart, que postulaba que el viaje interestelar y la colonización de planetas habría sido inevitable en este punto si de verdad existiesen formas de vida inteligentes. Dicho de otro modo: “No están aquí, y por ello, no existen”.
Esta es una contradicción aparente muy clara. A continuación, te presentamos una serie de datos que ponen en perspectiva el pensamiento:
La cosa se pone más interesante aún si sabemos que, aunque el 99% de las civilizaciones inteligentes se hubiesen autoaniquilado, la ausencia de interacción con el ser humano o el resto de los planetas sigue sin explicarse. La idea, de nuevo, es clara: no están aquí, y por ello no existen.
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