Diario de un confinado

Jueves 2 de Abril. Día 21 de confinamiento.

Después de una noche con truenos y relámpagos en la que ha lloviznado lo suficiente para que la calle aparezca mojada, el sol ha salido en Cartagena a las 7,48 horas. Mi pajarico vuela hasta la ventana y saluda con su canto al nuevo día. Yo llevo sentado en el sillón algo más de una hora. Parece que la mucosidad va remitiendo, aunque muy lentamente.

Me llega un messenger desde México. Respondo con una pregunta: Azu estas no son horas en México, ¿es que no duermes?. "Me había olvidado de tomar mi medicación de la noche y me he levantado a tomarla. Aquí son las 2 de la mañana. Vuelvo a la cama". Descansa, Azu, que tengas un lindo sueño.

Es hora de saludar a la familia a través del whatsapp. Ayer mi pequeña ahijada Mónica salió a la calle para una de sus vacunas infantiles. Mi sobrina Marta no termina de recuperarse de esa extraña afección. Ahora tiene unas marcas en la lengua. Menos mal que tiene a su marido en casa para cuidarla.

El santoral de hoy nos recuerda a San Francisco de Paula, un eremita laico italiano, que en el siglo XV fundó la orden de Los Mínimos, así llamados porque a los tradicionales votos franciscanos, sumaba un cuarto voto de permanente abstinencia de carne y otros productos de origen animal. Unos adelantados al movimiento vegetariano. 

Esto de los whasapps es tremendo. Entre comentarios, chistes, vídeos, comunicaciones y demás suman tropecientos mil. Solo verlos y borrarlos me toma un buen tiempo. 

Después de tanto tiempo sin hacer ejercicio estoy hecho un tronco. Así que he rescatado del trastero una bici estática, para al menos hacer una horita de bici. Menos es nada.

Tengo una punta de pan que me sobró ayer. Lo hago rodajas y me hago unas tostadas con aceite y tomate para desayunar. He ido apilando platos en el fregadero y ya toca fregar y limpiar la cocina.

A media mañana un rato para la lectura. Hoy releo unos capítulos seleccionados de El nombre de la rosa de Umberto Eco.

Suena el timbre de la puerta de la calle. En el fonoporta la voz de mi vecina y buena amiga Ada. "Fernan, que voy a comprar. ¿necesitas que te traiga alguna cosa?". ¡Qué gusto convivir con  personas de esta naturaleza!. Gracias Ada. Cada semana suelo escaparme los viernes a comprar, pero mañana es Viernes de Dolores, fiesta local y supongo que los supermercados estarán cerrados. Compraré el sábado.

Es hora de comer. No tengo muchas ganas de cocinar. Algo sencillo. Mientras la radio habla de una cifra que supera los 10.000 muertos en España, me preparo unas alubias guisadas con unas verduritas, chorizo y jamón. Condimentadas y con un chorro de aceite y limón están muy ricas. Un tranco de queso y unas piezas de fruta completan el menú de hoy. 

La sobremesa es de siesta en el sillón. Por un canal de TV echan Obsesión de Rob Cohen. Una de esas pelis de escasa calidad cinematográfica, pero que te tienen distraido durante una hora y media. Aqui un, psicópata se obsesiona con Jennifer López, que es quizá quien salva la película. Está en un momento de madurez física e interpretativa.

Me hago un café y me enfrento a una partida de ajedrez. Pero hoy no estoy muy lúcido y cometo un par de errores imperdonables.

La hora de los aplausos. Uno de los vecinos, como cada día, se encarga de la megafonía. Resistiré, himno nacional, salve cartagenera ....

Hora de escribir este diario de a bordo. Esta noche, quizá eche mano de un DVD para ver alguna peli.

21 días de confinamiento y no se me ha caído el techo encima. ¡Resistiré!

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