El rostro de Jesús

Imagen: "Santa Mujer Verónica", obra del escultor Federico Collaut Valera. Procesión de la Calle de la Amargura. Marrajos (Cartagena-España). De mi archivo.

"Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos" (Is, 50,6).

Aunque el suceso de la Verónica procede de textos apócrifos, curiosamente forma parte del devocionario popular. La mujer Verónica sale al paso de Jesús para enjugar su rostro, cuya faz queda perfectamente marcada en la tela.

No es el rostro del éxito, sino el rostro del padecimiento, del dolor, de quien se ha convertido en víctima. El rostro de Jesús, pues, es el rostro de quienes en nuestro mundo de hoy, sufren cualquier tipo de violencia. Es el rostro de los marginados, de los enfermos, de los hambrientos, de los pobres, de los solitarios, de los oprimidos por los poderes económicos, políticos o religiosos, de los que no conocen la palabra justicia, de los humildes, de los mansos de corazón.

Por eso quien busca el rostro de Jesús debe buscarlo entre ellos. Como dijo San Pablo "nosotros predicamos a un Cristo crucificado" (I Corintios, 1,23). En eso precisamente radica su grandeza.

Si alcanzamos a ver el rostro de Jesús, podremos recordar sus propias palabras: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Jn, 14,9)