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La Leyenda de Diocres

Visitando la Cartuja granadina, encontramos en el refectorio un curioso cuadro titulado "Resurrección de Diocres" pintado por Fray Juan Sánchez Cotán. Y nos preguntamos por el significado de la pintura. 

Raymond Diocres era un insigne profesor de la Universidad de París en el siglo XI. Por aquel entonces esta Universidad solía mediar en los conflictos habidos entre el Papado y los Reyes y Diocres consultado por estudiosos, príncipes y prelados, y dejando a su muerte, en 1082, fama no solo de sabiduría y erudición, sino de práctica de las virtudes en su máximo grado. Sus exequias congregaron a lo más granado de la sociedad parisina junto a buena parte de sus alumnos. Y entre estos alumnos estaba el futuro San Bruno, fundador de la Orden Cartuja. Siguiendo el ritual dela época, el sacerdote oficiante se dirige al difunto con esta pregunta: “Respóndeme: ¿Cuán grandes y numerosas son tus iniquidades?”. La invocación es, por supuesto, retórica, y no se espera que el muerto responda. Pero eso es exactamente lo que sucedió. Clara y audible para todos los presentes salió de debajo del velo la voz de Diocres: “Iusto Dei iudicio accusatus sum”, “por el justo juicio de Dios he sido acusado”. 

El revuelo fue enorme, pero considerando que algún día todos seremos acusados de nuestras faltas se continuó con la ceremonia. Con voz temblorosa, el oficiante repite la pregunta fatídica y ahora la respuesta es “Iusto Dei iudicio iudicatus sum”, “por el justo juicio de Dios he sido juzgado”. Los sacerdotes hablan entre sí. Todos habremos de ser juzgados en el último día. Por tanto hay que continuar con el rito.

Con apenas un hilo de voz el oficiante repita nuevamente la pregunta. Entonces el gran doctor Diocres se incorpora de medio cuerpo y con voz estremecedora exclama: “Iusto Dei iudicio condamnatus sum!”, “por el justo juicio de Dios he sido condenado”, y cae ya definitivamente inmóvil.

Por orden del Obispo y del Capítulo, previa sesión, se despojó al cadáver de las insignias de sus dignidades, y fue arrojado al muladar de Montfaucon. La experiencia convenció a Bruno, que frisaba entonces los 45 años, para abandonar el mundo definitivamente y marchar con sus compañeros a buscar en la soledad de la Gran Cartuja, cerca de Grenoble.

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corremundos ï¿½ El 25/05/2024 a las 13:59

A la derecha del cuadro vemos retratado a San Bruno, levantando la mirada hacia el cielo, y tras él, fijando la vista en el espectador, el pintor autorretratado.

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