La vaca que ríe

"¿Pero de qué carajo se ríe la vaca que ríe?". (Fernando León de Aranoa, "Aquí yacen dragones")

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Aquel 15 de marzo de 1951, un camión de ganado llegaba hasta las puertas del matadero de Nueva York. En la maniobra de descarga, una vaca se escapa y dándole esquinazo a su dramático destino, empieza a callejear en busca, sin duda, de Central Park, donde pensaba darse un buen festín de pastos, ignorando el caos circulatorio que estaba provocando. 

En su deambular, la vaca llega a las cercanías de Princeton Club donde se arremolinaban un montón de fotógrafos que repentinamente empiezan a disparar sus flashes sobre un grupo de personas que abandonaban el local. No era para menos; Albert Einstein celebraba allí su 72 cumpleaños. El eminente científico se subió al coche que iba a conducirlo a casa y, antes de cerrar la puerta, levantó la vista y alcanzó a ver a la vaca. Entonces hizo un gesto sorprendente: abrió cuanto pudo la boca y sacó la lengua. ¡Le estaba mandando un beso de vaca!. Los fotógrafos, que no entendían nada, quedaron boquiabiertos, mientras nuestra vaca, buena observadora del lance, se rio de forma cómplice a mandíbula batiente.

Sucedió que la vaca nunca llegó a Central Park, siendo atrapada por la  policía. Pero fue el propio sabio quien intercedió por ella, de manera que fue trasladada a una importante granja donde no dejó de reirse y el resto de las vacas, enteradas de la cuestión, compartieron risas con ella. Aquella fue la granja de la alegría. 

Como por aquel entonces no existían las redes sociales, la foto de Einstein no se hizo viral, pero el propio científico pidió varias copias para felicitar a sus amigos aquellas navidades de 1951. Y sus amigos rieron como aquella vaca neoyorquina que un día llegó a convertirse en etiqueta de quesitos.

Imágenes de internet. Texto propio