Los peligros del Camino.

Históricamente el Camino para aquellos peregrinos que movidos por la necesidad de penitencia o por un voto, habían de recorren grandes distancias desde el norte o el centro de Europa no era precisamente un trayecto fácil, al punto que se recomendaba hacer testamento previo.

Y es que para rufianes y criminales el peregrino, que solía llevar consigo algún dinero para atender sus necesidades inmediatas, era una presa fácil. Y ya no eran solo los salteadores del camino, sino venteros, comerciantes, taberneros, barqueros o posaderos deshonestos que usaban del engaño para incrementar sus ganancias.

Había también una picaresca religiosa, en aquellas iglesias que exhibían falsas reliquias de santos, que no eran otra cosa que huesos de animales, para sacar dinero al peregrino. Y estaban los falsos peregrinos, aquellos “bordoneros” que tomaban hábito de peregrino y se ganaban la vida sin trabajar. No faltaban tampoco las putas, que salían al encuentro de los peregrinos. Y si tanta fechoría humana no era suficiente existían peligros naturales como podían ser los ataques de lobos hambrientos. En definitiva, los delincuentes estuvieron tan íntimamente ligados al Camino como los propios peregrinos.

Pero frente a tanta picaresca surgían valores como la solidaridad y la caridad entre los grupos de peregrinos. Buena prueba de ello eran las órdenes hospitalarias, los monasterios o las corporaciones ciudadanas que levantaban hospitales, hospederías y cocinas para atender a los peregrinos indigentes.  

Imagen de mi autoría: Cementerio junto al Camino en Sobrado de los Monjes. No fueron pocos los peregrinos que nunca llegaron a Santiago.