Prometeo: el hombre y el fuego

Una vieja leyenda mitológica nos acerca a la figura del titán Prometeo que se enfrentó a Zeus en su defensa de la especie humana. Zeus había privado del fuego a los hombres. Entonces Prometeo se introduce secretamente en la isla de Lemnos, penetra en las fundiciones de Vulcano en el momento en que el trabajo era más intenso y se apodera de una chispa de fuego y la ofrece a la Humanidad.

Desde entonces aprendieron nuestros padres a usar y preservarse del fuego, a dominarle y con él dominar al resto de los seres, como también aprendieron las ciencia y las artes que les transmitio nuestro benefactor.

Lo más importante de esta leyenda es que la llama del fuego sagrado que nos regala Prometeo se identifica hoy con el ingenio humano para progresar en el conocimiento racional de las cosas, servirnos de ellas y convertirnos en los señores del mundo que nos rodea. Y los malo es que tal vez por el pecado que encierra el robo del fuego o porque el poder de Zeus, irritado, así lo deteminase, pesa sobre esa llama divina recibida una maldición; de ahí que alternemos los destellos de amor y simpatía con el fuego del odio, la luz clara de la razón, de la serenidad, de la comprensión o del perdón, con las llamaradas de soberbia y chispas de la violencia; el efluvio amable de la paz, con el rayo de la guerra; la fraternidad con el fratricidio; en fin el calor amable de una bien asentada paz y solidaridad con la explosión apocalíptica del exterminio nuclear.

Imagen de internet: "Prometeo llevando el fuego a los hombres", mural del artista mexicano Rufino Tamayo, para la sede de la UNESCO en Paris.