Toledo (4). La Catedral

En 1085, Alfonso VI entró en Toledo sin derramamiento de sangre merced a la firma de unas capitulaciones en las que el rey se comprometía a respetar la mezquita mayor. Sin embargo, aprovechando la ausencia del rey, la reina doña Constanza y el arzobispo Bernardo de Sedirac, enviaron gentes para que se adueñaran de la mezquita por la fuerza. Naturalmente esto ocasionó un grave conflicto con la comunidad musulmana, que solo logró calmarse por la buenavoluntad del alfaquí Abu Walid. No obstante, solo se hicieron los acondicionamientos necesarios para organizar el culto cristiano.

No fue hasta 1227 cuando el arzobispo Rodrigo Ximénez de Rada puso la primera piedra de lo hoy es la Catedral de Toledo, consiguiendo de Roma la distinción de "primada" que, aunque hoy es solo un título honorífico en aquel entonces conllevaba privilegios de jurisdicción tales como el de convocar y presidir concilios nacionales, escuchar apelaciones de tribunales metropolitanos, y el derecho a exigir obediencia a los metropolitanos.

Las obras fueron encomendadas al maestro Martín, a quien se atribuye la traza general del templo, con las modificaciones introducidas por Petrus Petri. Su construcción se prolongó hasta 1493, fecha en que se cierran las últimas bóvedas a los pies de la nave mayor, siendo numerosos los maestros mayores que sucesivamente dirigieron las obras. En siglos posteriores se acometieron distintas reformas puntuales, como fueron las de sus fachadas a finales del siglo XVIII o la construcción de su última puerta de acceso desde la calle, llamada La Llana, en 1800.

Y así surgió este gran templo gótico de cinco naves, crucero y doble girola, esta y aquellas con sus correspondientes capillas. La capilla mayor reúne un riquísimo conjunto de obras artísticas de primer orden, comenzando por la reja renacentista, obra de Francisco Villalpando. El monumental retablo fue encargo de Cisneros a un grupo de artífices tales como Enrique Egas, Pedro Gumiel, Copín de Holanda, Sebastián de Almonacid, Francisco de Amberes Juan de Borgoña y Pety Jean. 

El coro, con rejería renacentista de Domingo de Céspedes, dispone de una sillería baja obra de Rodrigo Alemán (s.XV) y una sillería alta obra de Felipe Vigarny y Alonso de Berruguete (s.XVI).

Sería vano intentar detenernos aquí ante la enorme riqueza artística de sus distintas capillas debidas a artistas de primera fila. En el trasaltar mayor, en el muro absidial, descubrimos uno de los tesoros de esta catedral: el Transparente, obra viva del arte barroco construida en mármol, jaspe y bronce entre 1721 y 1732 por el escultor Narciso Tomé, a cuyos pies se halla el enterramiento del arzobispo Diego de Astorga y Céspedes.

También hay que visitar la Sacristía, el Tesoro o la Sala Capitular.

Puerta del Reloj

Interior desde el trascoro

Transparente de Narciso Tomé