Toledo (5). El entierro del Conde de Orgaz

Y así el IV Señor de Orgaz, Gonzalo Ruiz de Toledo, era su biznieto, que nació en Toledo en el siglo XIII en tiempos de Alfonso X ElSabio. Fue un buen político, alcalde de Toledo y Notario Mayor del Reino. Gonzalo Ruiz de Toledo fue siempre fiel a la reina María de Molina a quien ayudó en su viudez y en conseguir del papa la legitimación de sus hijos. Por su parte contó con la estima de la reina que le confió la tutoría de la infanta Beatriz y más tarde siendo ya abuela, la tutoría de su nieto Alfonso XI, huérfano de padre y madre.

Gozó de fama de hombre piadoso y buen cristiano. A sus expensas, en Toledo, se reedificaron varias iglesias, como San Justo y Pastor, San Bartolomé y especialmente la de Santo Tomé, iglesia que se levantaba sobre una antigua mezquita del siglo XI y a principios del siglo XIV presentaba estado de ruina. Gonzalo Ruiz de Toledo la reedificó y amplió. En su testamento dejó la orden que debían cumplir los vecinos de Orgaz: pagar cada año al sacerdote, ministros y pobres de la parroquia dos corderos, dieciséis gallinas, dos odres de vino, dos cargas de leña y ochocientos maravedís.

Se cuenta que al morir y tras el funeral, al tomar su cuerpo para depositarlo en la sepultura que estaba preparada, ocurrió un hecho milagroso, pues se acercaron al cuerpo muerto los santos Agustín y Esteban y tomándolo ellos mismos lo trasladaron y depositaron en el lugar conveniente, pronunciando después estas palabras: "Tal galardón recibe quien a Dios y a sus santos sirve".

Dos siglos y medio después, entre los años 1586 y 1588, Doménikos Theotokópoulos conocido como El Greco (que se afincó en Toledo en 1576) pintaría el impresionante lienzo "El Entierro del Conde de Orgaz", considerado por algunos como su obra maestra, que inmortalizó estos hechos. La obra está dividida en dos partes muy diferenciadas: superior e inferior.

En la parte inferior o nivel terrenal, aparecen los dos santos bajados del cielo dando sepultura al noble. En el aspecto visual contrasta el dorado de los ropajes de los santos con la oscuridad alrededor. En tanto observan este milagro un gran grupo de personas contemporáneas del Greco. Aparece su propio autorretrato y su hijo Jorge Manuel (de su bolsillo sale un papel con la firma del artista), así como sacerdotes, frailes y caballeros vestidos de negro, a la moda de la época. Unos observan la escena, y otros nos miran directamente a nosotros, componiendo una excelente galería de personajes. En la parte superior o nivel celestial, observamos, en un inconfundible estilo manierista, Cristo en majestad, a la Virgen y detrás de ella a San Pedro con las llaves. Más abajo están los santos del Antiguo Testamento: el rey David con el arpa, Moisés con las tablas de la ley y Noé con el arca. Entre el grupo de santos de la derecha aparece el retrato de Felipe II, lo que no deja de ser un guiño para obtener el favor del rey.

Por todo esto, en Toledo la visita a la iglesia de Santo Tomé es obligada. El templo dispone de tres naves con crucero, cubiertas por bóvedas de cañón y ábside. En sus capillas, dos retablos barrocos, uno plateresco y una pila bautismal del siglo XVI. Destacan una imagen de la Virgen María de mármol del siglo XII y el retablo con elementos jónicos de la capilla mayor del siglo XIX, que sustituyó uno anterior churrigueresco, en este retablo se encuentra en su parte central el cuadro "La incredulidad de Santo Tomás" del pintor Vicente López Portaña.