ADICTOS A LA MENTIRA

Marian Rojas asegura que «más que adictivo es que hay quien no puede vivir sin ella». Algunos mienten desde que eran pequeños «por evitar castigos o problemas. A otras personas, la verdad les angustia porque no se sienten a gusto con quiénes son o por determinadas cosas. El problema es que hay personas que ya, cuando mienten y ven que no hay consecuencias, convierten la mentira en parte de su día a día. Más que una adicción es su modus operandi y su forma de actuar. Consideran que la verdad es aburrida y les gusta vivir la vida con ese punto de riesgo. Hay casos extremos que viven en esa mentira y se la llegan a creer y muchos son conscientes de que están mintiendo, pero no les importa; a diferencia de la persona que miente y se siente mal, porque ha dicho una mentira». Sin embargo, el tema es la gravedad. «He visto personas en consulta que te miente a los ojos, y cuando les dices que sabes que es mentira buscan la excusa para ratificarse».

(Marián Rojas)

Todos sabemos que el mundo de las adicciones es tremendo, las hay de todo tipo, como pueden ser las más habituales, el tabaco, el alcohol y las drogas. Otras de más reciente implantación pueden ser el juego o la pornografía, ambas con la facilidad que hay de acceder a ellas por internet o redes sociales. Pero lo más interesante de estas líneas de la psiquiatra es cuando se refiere a la mentira como una adicción, es decir aquellas personas que no pueden vivir sin mentir. Y explica el origen de esta costumbre, desde pequeños para evitar castigos, o quizá por no sentirse a gusto con su vida y su entorno. Al ver que esto no está penalizado se habitúan y hacen de la mentira su día a día, como regodeándose en el riesgo de que no los pillen. Para muchos, mentir es un acto de cobardía; para otros, significa un escudo que esconde el dolor de la verdad. Y esto ya es claramente una patología. El colmo es cuando le mienten al médico, como el caso que se menciona al final.

El escritor y dramaturgo Jules Renard invita a los mentirosos a alternar sus engaños con verdades comprobables, porque cuando se vive de mentira, la credibilidad se va perdiendo y así aconseja al mentiroso: «De vez en cuando di la verdad para que te crean cuando mientes». LO peor es cuando ya se engaña a sí mismo.

No os engaño si afirmo que esas flores de un jardín de La Palma son una preciosidad, raras y diferentes a las que tenmos por aquí. Ignoro cómo se llaman. La foto es de mi hermana. Si la firmo yo os estaría engañando.

Besos.